Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027

No suele ser habitual que me dirija a usted a través de una carta. Sin embargo, la gravedad de su pitorreo preadolescente, sublimación del «ir pa ná» de José Mota -cinco días de zozobra y desgobierno, nueve horas pendientes de una convocatoria de prensa, abocados ... todos al plasma en una declaración institucional que ya es historia de España-, así como la necesidad de dar una respuesta sosegada me hacen pensar que esta es la mejor vía y bla, bla, bla. Permítame felicitarle por mejorar lo inmejorable. Ni la huida del presidio socialista vestidito de muerto como el Conde de Montecristo ni lo de ponernos a votar en verano, nada admite comparación con el «he decidido seguir», precedido de una puesta en escena de la que aún se descoyuntará su espejo tras el intenso fin de semana. Preparación, nudo y desenlace. La trama que apunta hacia un lado, «¿a que hago el enroque, os mando a Puigdemont y me piro a Europa?». El momento Mayra, «peeeero...», y el tachán final. Sólo se echó de menos un repique de tambor previo al giro de guion para rematar el numerito de la carta, su enésimo remake del cuento de Pedro y el lobo, confundidas la verdad y la mentira hasta que cueste distinguir al pastor de la fiera. 'Los amigos de Peter', peli de culto de los noventa, me dejó el recuerdo de su gran banda sonora. La de los amigos de Pedro nos quedaba pelín ñoña, una pizca de Perales («por amor es fácil renunciar y darlo todo»), algo de Raphael («que tengo el corazón en carne viva»), hasta que temiéndome ya un popurrí de la Pantoja sonó el temazo final, 'Dime que me quieres'. Fue escuchar el himno de Tequila y venirnos arriba. «Ahora estoy triste y necesito saber si tú me quieres de verdad como ayer». La feligresía tomó la calle, sublevación que ahora hormigonará su régimen de pactos. Los incómodos aliados se cuadraron, «sin ti no soy nada», otro clásico a la saca. Los predicadores repartieron carnés de demócratas y fachas mientras hurgaban en la genealogía del juez. A Zapatero sólo le faltó aporrear el bombo de Manolo. Puente rebautizó al puto amo. Illa loó al esposo, padre, hermano e hijo, y tentado anduvo de añadir «espíritu santo», arrebato místico comprensible si pensamos que su tocayo el apóstol negó tres veces a Cristo y usted estaba dispuesto a llegar hasta veinte con Bildu. Agradezco su apelación al amor, pues desde que se fue Jesús Puente andan los corazones mustios, pero no pretendería que resultara creíble ese infantil «¿merece la pena esto?», tras una denuncia de chichinabo sin recorrido judicial, en boca de quien se deleita con el olor del napalm por la mañana. Como si en el patético intercambio de golpes bajos en que ha degenerado la política tuviera usted las manos limpias. No se preguntó si merecía la pena dar alas a los negacionistas de sesenta años de terrorismo, o repatriar, dedo corazón en alto, al pájaro que huyó del nido oculto en un maletero para burlar a la justicia. Amnesia selectiva, amnistía colectiva, los pilares del Estado. ¿Tal vez aquello no era amor sino sexo? Quienes esperaban un Suárez, que lo que no nos dio el sentido común en seis años lo trajera Cupido bajo el brazo, topan con esta pobre mixtura entre Will Smith, es mi señora y la defiendo yo, y la reedición de 'La decisión' de Griezmann. Sólo faltó el «se queda» de Piqué. Gracias por su tiempo. Atentamente, un vasallo.

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