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Rosebud

La suerte del campeón

Antonio Badillo

Valencia

Martes, 22 de octubre 2024, 00:02

Que tropieza dos veces con la misma piedra lo sabemos todos, y que es malo por naturaleza lo sabía Hobbes, pero nadie nos advirtió lo suficiente de otro atributo que aflora en la complicada genética del ser humano: su capacidad para arruinarse la vida cuando ... la tiene resuelta. Ahí está, próximo y reciente, el canónico ejemplo del pelotero Rafa Mir. Tantos años abrazado al anhelo de regresar al Valencia, o de escapar cuanto menos del fajo de los cromos anónimos, para terminar así, berreando «¿no sabes quién soy yo?» en una cuneta, esposado a la crónica de sucesos y acusado del más detestable delito. No siempre cabe abrir el baúl de los juguetes rotos con la llave del reproche, pues la vida rivaliza en curvas con las cuestas del Alpe d'Huez. Mira cómo se las gastó con Quini, buenazo hasta la médula, capaz incluso de pedir clemencia hacia sus secuestradores apenas liberado: de la noche al día, por una mala decisión económica, el Brujo se vio en la ruina y picando puertas desesperado como agente comercial. Pero no es lo habitual; casi siempre el empujón al precipicio no viene de un ramalazo de la peor suerte sino de la mala cabeza. El yonqui Maradona, el alcohólico Gascoigne, el convicto Ronaldinho, el aborrecible Dani Alves..., la lista es interminable y el goteo seguiría aun cambiando, qué sé yo, el tapete verde por la alfombra roja. A Will Smith le aligeró nómina y agenda el arrebato de un puñetazo, y eso que como Muhammad Ali acarició el Oscar. Nadie con escrúpulos aceptaría hoy el dinero de Harvey Weinstein o se colocaría frente a la claqueta de Woody Allen, y ni Dianne Wiest ni Gwyneth Paltrow volverían a poner una estatuilla en las manos de Kevin Spacey a pesar incluso de su absolución.

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