Si yo estoy más que de acuerdo en lo de abrir ventanas al progreso con tal de facilitarnos la vida. Y hasta un patio porticado ... de ser menester, oiga, que bastante mastuerzo inmovilista hemos tenido ya a lo largo de la historia. Seguro que ni siquiera al inventor de la rueda le faltó el paisano que lo observara por encima del hombro, ande vas con ese chisme, y mira de qué forma nos cambió el porvenir. Si ya te digo, insisto, que crecí vacunado contra el escepticismo. Siendo niño conocí a una mujer que abominaba del teléfono, no del nuestro sino del que hoy llamamos fijo, de aquellos cuadraditos o de góndola y con disco giratorio. Lo tachaba, ahí es nada, de ingenio «para perritos y gatitos», aunque la visionaria terminó claudicando sin que camino de la conversión comunicativa se le conociera más mascota que un hámster y dos cotorras. Si no seré yo, redundo en la idea, quien interfiera en el proceso natural por el que el futuro deviene en presente. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros, habría dicho de mi vida don Pío, no el cachondo sino el otro, pues mis calores de juventud me generó la condición de hijo de un abolicionista del aire acondicionado en el coche, dale a la manivela de la ventanilla, viva el mítico respaldo de bolitas de madera. Y yerno de una negacionista del ventilador, que no me insistas que tanta corriente de aire sólo trae constipados. Y cuñado de una activista contra el microondas, versión beta de quienes cargarían más tarde el mochuelo sobre las antenas de telefonía, también de los antivacunas jaleados por el covid. ¡Y ahí está, tendrías que verla hoy felizmente enamorada de su freidora de aire! Ahórrate pues los esfuerzos por convencerme para abrir la mente, en ese aspecto soy territorio conquistado, lo que se dice un tío moderno, vaya. Sin embargo, y mira que he tratado de darle la vuelta al asunto, admito que se me ha atravesado el invento de las baldositas iluminadas a modo de semáforo colocadas sobre el suelo de la plaza de la Reina para proteger a los zombis del móvil, idea que si funciona amenaza con colonizar Valencia. Tal vez guíe mi intransigencia el despecho hacia aquel maldito macetero que hace unos días me matriculó una espinilla, 'Fundició Dúctil Benito (Manlleu)', en el curso de un chateo pedestre de carácter profesional, su marca todavía impresa en el pellejo pernil como el 'Recuerdo de Albacete' de la navajilla añeja y roma que conservo con devoción por su olor a niñez. Pero sea cual sea el fundamento de mi rechazo, hago un llamamiento a la señora alcaldesa. Puestos a velar por el efervescente autómata urbano -me río yo de aquellos del Tibidabo-, ustedes que son del gremio apostólico y romano lo tienen fácil. Jubilen al monigote rojo y al verde y sustitúyanlos por letreros embaldosados frente a los pasos de cebra donde se versione la legendaria sentencia de Lázaro de Betania, «levántate y anda..., y alza la vista, collons, que no sabes lo que te estás perdiendo». Nada menos que la vida. Si sirve para terminar de adoctrinar a nuestra zombicultura, recuérdele que siempre puede echar una foto y colgarla en sus redes sociales. Por lo que a mí respecta, ya me avisan el día en que Instagram iguale el calor humano y ChatGPT saque a pasear el perro. Mientras tanto rema con fuerza, Manolo, que el bote se hunde.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad