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Enseñar al que no sabe

El acusado pragmatismo norteamericano sostiene que la educación de niños y jóvenes es demasiado importante para dejarla en manos de políticos

ANTONIO MIGUEL LÓPEZ GARCÍAPOLITÓLOGO E HISTORIADOR

Viernes, 10 de enero 2025, 23:29

Digo enseñar, no adoctrinar. Esa es la cuestión. El conocimiento es poder; poder discernir, poder pensar... Criterio propio, vamos. Se adquiere con el estudio y ... el esfuerzo. Nuestras izquierdas, tan populistas, muestran más interés en adoctrinar que en enseñar, en hacernos ciudadanos dóciles y suaves como borreguitos 'Norit', esclavos felices, mientras maniobran, «cambian de opinión», o simplemente mienten tranquilas. De ahí la enseñanza 'light', o pseudoenseñanza, que impulsan. Ya con nuestras tragaderas de par en par ni siquiera disimulan. Así, tenemos un dramático y endémico problema con la enseñanza en España. Problema que no para de agravarse gracias al erotómano de Moncloa, aquel que no aparece por Valencia; con lo que le queremos.

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Tuvimos que escuchar a cierta exministra, hoy en la sinecura de la embajada vaticana, decir la especie de que los hijos no son de los padres, aunque sí los tenemos que alimentar. Exabruptos así dan escalofríos. Los suyos, en cambio, debieron tener bula: resulta que ella los llevó a colegios religiosos y de pago en barrios elitistas de Bilbao. Hoy sus nietos seguirán la tradición. Así, en España somos incapaces de pactar una ley de Educación para un cuarto de siglo por lo menos. Siempre estamos en la línea de salida ante la incapacidad de unos políticos que buscan el enfrentamiento y el beneficio propio por la manipulación. Ellos no tienen problema: van al colegio privado de su elección.

¿Por qué si se rechaza la 'educación' religiosa en la escuela pública tenemos que aceptar la 'educación' política? Ambas fórmulas orientan y controlan; ayer, hoy, y seguro mañana. Al menos, la orientación religiosa se hace con dinero de los padres, en colegios privados, y deciden ellos tomarla o dejarla. Mientras en la escuela pública, que orienta y controla a nuestros hijos con nuestros impuestos, no hay opción. Por cosas así tenemos el gobierno que tenemos.

El acusado pragmatismo norteamericano sostiene que la educación de niños y jóvenes es demasiado importante para dejarla en manos de políticos. Y ello porque quien controla la educación controla todo. O como decía el comunista italiano Antonio Gramsci en sus 'Cartas de la cárcel': si consigues que la masa piense como tú tendrás el poder. Aunque semejante reflexión ya había sido apuntada por intelectuales del nivel de Benedetto Croce, Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca o Robert Michels. Al respecto, recordamos a las regiones españolas con acusada presencia del yugo nacionalista (derecha o izquierda), tan celosas de controlar la educación para sus intereses y constructos políticos, como la ensoñación catalana de los 'països', algo ilegal, desconsiderado y una malversación de dinero público..., y de tiempo puesto que aquí, en Valencia, salvo el catalanismo menguante, no nos da la gana.

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Con este tipo de políticas potenciamos y agravamos el paludismo intelectual en la juventud. En los informes Pisa siempre salimos mal parados. Desde luego como país, sí. Sólo en el ranking regional europeo hay alguna Comunidad Autónoma (Castilla y León o Madrid) que resiste, a modo de aldea gala, al envite supuestamente progresista y que suele aparecer en los primeros lugares. Incluso primeros. Un dato: los citados son territorios fuera del control socialista más de veinte años. Algo tendrá que ver que se potencie y premie la cultura del esfuerzo, tan denostada por esta izquierda woke gustosa de nivelar a la sociedad por abajo. No es aceptable engañar a la gente: quien no puede pagar colegios caros debe tener la educación pública "gratuita" y de calidad, pero también la conciencia clara de que su esfuerzo es el que les cualificará y mejorará su estatus. Esto y dejar de enlodar las aulas de todos con amaestramiento político. Lo demás son 'bufes de pato'.

«La mejor escuela es la sombra de un árbol», decía Posada, aquel buen hombre formado en la escuela pedagógica krausista, a medio camino entre liberal y católica, entre la modernidad y la tradición, y que tanto luchó en el período de entresiglos XIX y XX frente al catolicismo por la derecha y al estatismo por la izquierda. Sin duda exageraba don Adolfo. Hacen falta buenas condiciones para el estudio, pero, como reivindicaba aquella doctrina, la educación ha de ser libre, sin el dogal adoctrinador que la amarre a ninguna 'verdad' de revelación divina ni humana.

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