La complejidad, acaso provocada, de los entresijos del Poder dificulta comprobar donde está el problema entre Sanidad pública de gestión privada y de gestión directa, siendo lo importante, como el «gato blanco gato negro», dar buen servicio a los ciudadanos en aspecto tan serio como ... la salud. Tras el vuelco electoral en la Comunidad Valenciana, el esperado y lógico giro en esta cuestión de la reversión en la gestión de hospitales no ha ocurrido. ¿Y eso por qué? Porque como siempre, a los gobiernos de derechas les tiemblan las piernas y dan continuidad, justificando o legitimando así la sectaria política de reversiones iniciada por el Botánico, aunque la experiencia aconseje lo contrario. Es decir, dejan que las cosas sigan su curso, no se complican la vida y el buen trabajo de los hospitales públicos con gestión privada (contra el pronóstico agorero y la negativa propaganda de la izquierda) se va por el sumidero.
Personalmente, tengo comprobado el aspecto clave del buen servicio del Hospital de Manises, gestionado por Sanitas en sus 14 años de existencia. Añado que dicho hospital ha obtenido en ese tiempo premios nacionales y europeos a la calidad. Certificaciones según la normativa ISO o QH en disciplinas sanitarias, medioambientales y energéticas. QH (Quality Healthcare) es el máximo reconocimiento de calidad, sostenida en el tiempo, de la UE, y Manises uno de los pocos hospitales públicos que ha recibido tal acreditación sobre el cuidado de la salud. Comprenderán mi decepción cuando supe que el Consell no iba a «revertir la reversión». Lamentablemente, hace unas semanas pude ver que el proceso que culminará en mayo ya se deja notar, para mal.
La izquierda hace cuestión ideológica hasta de la salud ciudadana. Aunque ellos van a clínicas privadas. Y la derecha, sabedora de que la permisividad social con los desastres de la izquierda es muy superior a la otorgada a la derecha, hace una cuestión de supervivencia política. En conclusión, dejan hacer. Como mucho enfrían o paralizan aquellas políticas de forma que, a su regreso, la izquierda sólo tiene que continuar la tarea donde la dejaron y seguir practicando la ingeniería social anteponiendo la ideología, repito, de forma que los resultados suelen ser manifiestamente mejorables, lo que redunda en perjuicio de los que pagamos los impuestos y sus sueldos. Así pues es falaz que lo hagan por nuestro bien.
Y no, no estoy en contra de que existan hospitales públicos con gestión pública o directa, es más podría apoyar que todos lo fueran, pero eso hay que merecerlo. Salvo excepciones, suele empeorar. Decía Juan de Mariana que «si un burro es de todos, los lobos se lo comen». ¿Exagerado?, puede, pero encierra la certeza de que la gente descuida lo común, lo público. Los políticos, en su cortoplacismo electoral, empeoran la media porque a menudo la buena gestión conlleva medidas impopulares, y rechazan ganarse las antipatías de empleados y sindicatos ante lo que son las exigencias lógicas para el desempeño correcto del trabajo por sus profesionales. La efímera vida política hace más cómodo dejar hacer y pagar la cuenta con el dinero ajeno.
Decía Ferran Belda (LP, 8.2.24) que aumentarán las plantillas de forma importante, lo que solo asegura más gasto, porque el crecimiento del Estado (o Autonomía, que tanto da) es imparable. Se normalizan las plantillas por arriba y se homologan las productividades por abajo. Lo último que hace un político es cumplir su deber «sin pararse en barras electorales». Lleva razón, y hubiera sido mejor volver a sacar a concurso las áreas de salud que caducaban y centrarse los políticos en mejorar el servicio de 'sus' hospitales. Parafraseando a Churchill sobre el 'apaciguamiento' previo a la II Guerra Mundial, al final tendrán (tendremos) los sobrecostes, las amenazas sindicales... y la deficiencia de calidad.
Sacrifica el Consell una fórmula de éxito en el altar de una izquierda, siempre empachada de sectarismo, que no distingue la gestión de la ideología, que en consecuencia gestiona mal y que no va a reconocer ni lo uno ni lo otro. No es lógico cambiar la fórmula del éxito por la del fracaso. La desafortunada reversión la decidió el Botánico, pero en manos del Conseller estaba una corrección que, bien explicada al público, está mucho más que justificada.
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