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Cuando a uno le tienen que operar a corazón abierto, o si no a uno, a alguien que es una parte vital, intrínseca, de tu ... día a día, uno de los pilares de tu existencia, lo primero que hace es 'googlear'. Igual que cuando a uno le duele una muela, la rabadilla, el alma o lo que Dios quiera. Lo más innato es buscar en internet qué te está pasando. Cuál es la solución. O sencillamente ponerte nervioso, porque entre millones de entradas en la red siempre hay un sinfín negativas o pesimistas. Y esas son con las que te acabarás quedando. Así es el ser humano...
A lo que iba. Cuando a tu padre le van a operar a corazón abierto, lo primero que haces es 'googlear' el nombre del médico. Juan Martínez León. Cuando ves que es el cerebro de la unidad de Cardiología del Hospital General, un profesional con más de tres décadas de experiencia operando bajo el paraguas de la Quirón o integrante incluso de un comité de sabios sanitarios del Ministerio, a uno se le tranquiliza el pulso. Confía más. Cree (o quiere creer) que todo va a ir bien. Pero las pulsaciones no tardan en subir. Cuando sigues 'googleando' o hablando con gente a la que le ha ido bien o mal con lo mismo. Y aunque te quieras agarrar a lo positivo, lo negro te llama...
Así que al final es como todo en la vida. Hasta que no ves a alguien cara a cara, le hablas, te habla, lo masticas, le miras a los ojos... hasta ese instante de comunión, cercanía y humanidad no acabas de saber en qué manos pones una de las vidas que más te importan en este mundo. Y eso pasó con el cirujano Juan Martínez León. Con «miles de operaciones» de by-pass como la que tenía que hacerle a mi padre. Ese comentario sin duda nos calmó. Sobre todo después de bromearle a mi padre con que había hecho «dos o tres operaciones» de ese calibre. Para cambiar el discurso al 'miles' tras observarnos ojipláticos. El humor como motor de la vida, como bien defiende el genial camarada Manuel Jabois.
Pero por mucho que 'goglees'. Por mucho que te cuente en la primera consulta, al final la calidad humana de un médico se comprueba con el trato. Como se palpa la calidad de cualquier persona. Cuando habla al paciente y le mira a los ojos. Cuando el enfermo se enrolla como una persiana y él aguarda sin prisa como habrá hecho antes con decenas y decenas de hospitalizados. Y estas cosas, la confianza, la fiabilidad, la seguridad, la humanidad, las ganas de ayudar a otro, el deseo por hacer la vida del prójimo mejor, claro que no ayudan más a que una operación vaya bien de lo que lo consiguen los conocimientos de Anatomía, Biología o Medicina. El manejo propiamente dicho de los bisturís. Como eso no hay nada. Pero la maestría del alma sana y cura tanto como las técnicas científicas. Doy fe de ello. En la operación de mi padre, el cirujano Martínez León hizo su magia principalmente con el material quirúrgico en la mano, cortando venas de la pierna izquierda y empalmándolas en los tres by-pass de una de las arterías coronarias. Pero también fue mágica y sanadora la explicación previa con la que tranquilizó a mi padre acerca de lo que iba a suceder. Martínez León fue clave en vigilar el estado del enfermo en la UCI. Atento como un faro. Pero más vital fue el cariño y empatía del trato del personal sanitario. La mano junto a la mano. En las facultades de Medicina debería ser una asignatura obligatoria en cada uno de los cursos. A ser médico se aprende. A ser persona, aunque se nace, también.
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