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Oye, te llamo porque estaba en la Ofrenda y he oído un estallido brutal. Pero no como un petardo, algo mucho más potente. Y ahora ... estoy viendo una columna de humo enorme que sale del viejo cauce». En la Nit del Foc recibí dos llamadas prácticamente idénticas. Calcadas. Poco después de las once de la noche. Cuando las comisiones encaraban los últimos pasos ante la Virgen, las charangas de salida de la plaza alegraban el margen derecho del río y miles de personas se encaminaban ya a coger sitio para presenciar el castillo de Caballer junto a la Ciudad de las Ciencias. Mientras arriba había jolgorio, alegría y fiesta comedida entre la constante lluvia, abajo ardía la guerra. Literal. Basta echar un vistazo a redes para observar como los peligrosos amantes de la pirotecnia ilegal (alemanes y neerlandeses principalmente, como ya adelantó LAS PROVINCIAS, venidos a la ciudad a liarla con artefactos explosivos caseros) hacen gala de las tremendas barbaridades que cometen en Fallas. Con carcasas F4 (las de mayor carga explosivas) encadenadas como tracas para ser lanzadas en el jardín del Turia. Mientras hay gente que pasea a sus perros o incluso familias con niños que cruzan de un lado al otro del viejo cauce dando un paseo por la zona ajardinada. Un peligro en potencia.
Porque lo que estalló precisamente en la Nit del Foc y que alarmó a decenas de personas por toda la ciudad fue precisamente eso. Un bestial artefacto fabricado en casa que dejó una nube de decenas de metros de altura y visible desde varios puntos de la ciudad. Lo lanzaron cerca del habitualmente concurrido campo de rugby. Y demuestra que el debate sobre la pirotecnia ilegal sigue abierta. Que este año se ha luchado mucho con la acción conjunta de Policía Local y Nacional. Pero que aún hay un mundo por hacer para conseguir que el descontrol acabe causando alguna desgracia.
La propia alcaldesa es muy consciente de ello. Ya lo dijo al término de las Fallas 2024. «Me preocupa». Ya anunció antes de estas fiestas que el pulso no se iba a dejar de lado y que se iban a perseguir estas peligrosas e incívicas conductas. Ayer, en varios de los puentes del río desde los que los ciudadanos (muchas familias con niños) se apostaban para ver el castillo, los llamados 'borrachos' (carretillas explosivas), arrojados por desaprensivos desde abajo del jardín o junto a los pretiles, lanzaban chispas y estallaban, muy cerca de lastimar seriamente a alguien.
María José Catalá siguió ajustando ayer el lazo para tratar de poner coto a todo esto. Lo hizo junto al balcón del Ayuntamiento, tras la mascletà, cuando abrió el debate de prohibir la venta de los petardos de mayor potencia en las tiendas de pirotecnia que pueblan los barrios de Valencia. «Se ha incautado bastante material. La coordinación entre la Policía Local y la Policía Nacional ha sido interesante y se han creado distintos puntos de seguridad. Pero hemos detectado cuestiones que tenemos que mejorar. Como el material que se vende de forma absolutamente legal, pero que es de potencia importante, sobre todo si no se dispara en una zona de fuegos acotada. Es una de las cosas sobre las que tenemos que reflexionar a partir de estas Fallas». Bien claro lo dijo ayer la alcaldesa. Cuestión ahora encima de la mesa no sólo del Ayuntamiento, si no también de la Generalitat y sus competencias para regular venta, inspecciones y sanciones.
Porque el año pasado, grupos de agentes de la Policía Local se vieron rodeados por los salvajes que convierten el viejo cauce en una zona de guerra. Asediados y entre lanzamiento de carcasas. Este año la historia ha vuelto a repetirse. Menos, por la mayor presencia de patrullas de Policía Local y Nacional. Pero algún operativo de los que ha bajado a intervenir y vigilar también ha visto como empezaban a lloverle 'borrachos' y otros petardos.
La USAP es la joya de la corona policial del Ayuntamiento. Vendida a bombo y platillo antes de las fallas del año pasado como la nueva 'unidad antibotellón'. Pero no sólo eso. El mascarón de proa de la acción en la ciudad contra acciones incívicas como los petardos ilegales o el menudeo de drogas. Pero la Unidad de Seguridad, Apoyo y Prevención, además de un rimbombante nombre, necesita más medios. Unidades similares por ejemplo en Murcia cuentan con mejores vehículos policiales para afrontar estos servicios contra los tarados de la pirotecnia ilegal sin peligro y con material más apropiado a la hora de intervenir.
Hay una medida que planea entre círculos municipales y sobre todo policiales: cerrar al tránsito de personas el viejo cauce del río durante las noches de Fallas. ¿No se corta la ciudad al tráfico en infinidad de puntos? ¿No se cierra el paso por los túneles precisamente junto al viejo cauce? ¿No se prohibe puntualmente el paso a estaciones de metro muy céntricas como la de la calle Xàtiva en plena mascletà? Con la seguridad como mantra. ¿Acaso no es mayor razón de peso garantizar la seguridad en el viejo cauce por las noches y atajar de lleno las guerras de petardos? Es complejo por su dimensión, muchos accesos y cómo comprobar que no hay nadie en su inmensa extensión, pero no parece una medida disparatada. Otra cuestión que surge en estos círculos. ¿Por qué no hay más carteles por Valencia en Fallas que recuerden la prohibición de tirar petardos de gran potencia (F3 y F4) fuera de zonas acotadas y las multas a las que se exponen los vándalos? Falta mucho por hacer. Y por evitar. Este año el mal tiempo ha dado una tregua. Lo reconocía un policía que lidió en estas lides: «Nos ha salvado la lluvia».
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