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Dos manos

El día que un simple juego de palmadas y puños cerrados arrinconó a los móviles. Y ni la IA puede imitarlo

Arturo Checa

Valencia

Sábado, 16 de diciembre 2023, 23:28

Acababa de terminar el último partido de la primera fase del equipo de baloncesto alevín del San Pedro Pascual en el que juega mi hijo ... pequeño. Derrotados pero sudados y sonrientes. Esfuerzo y al mal tiempo buena cara, dos totems de la vida que te da el deporte. El míster decidió que era el momento de hacer un poco más de equipo. Y qué mejor forma que alrededor de una mesa. Almuerzo y charleta. Vida. Padres y chavalería paseamos hasta una cafetería cerca del colegio. Bocata de tortilla, de longaniza, zumos, cafés... Anécdotas del partido, la tortilla de patatas que se había marcado en casa uno de los críos con tan sólo 11 años, ocurrencias al vuelo de los chavales... Hasta que asomó el peligro. Dos de los nanos empezaron a trastear con los móviles. La dictadura de las pantallas empezaba a enseñar el brillo de sus dientes. Uno de los padres chistó a uno de los chavales tentados por el smartphone. Hasta que otro, unos dos años mayor y hermano de uno de los jugadores del equipo, lanzó la tabla de salvación. «Vamos a hacer un juego». Y la luz se hizo. «Se juega sólo con las dos manos». Y la luz se volvió incluso más brillante. Caras de expectación entre los chavales. De escepticismo entre los padres. Incluso alguna mirada y sonrisa de 'ya verás tú qué chorrada'. La cosa cambió en cuanto el chaval empezó a relatar las instrucciones para jugar y las normas. Nos hizo poner a todos las manos sobre la mesa, con las palmas boca abajo. Con la diestra de cada uno cruzada sobre la zurda del otro. Y lanzó las diferentes combinaciones. Una palmada en la mesa significaba que la mano siguiente hacia la derecha o izquierda (dependiendo de la que diera el golpe) tenía que dar una palmada. Y así sucesivamente con cada jugador (mano) situada a su derecha. Si el que iniciaba el juego daba dos palmadas, eso suponía que el sentido del golpe debía cambiar hacia el otro lado. Y si la mano-jugador golpeaba con el puño cerrado en la mesa, eso equivalía a que el turno de palmear daba un salto y le tocaba a dos manos más allá. Con cada error, una mano quedaba eliminada. Y así hasta que gana el que se queda el último con una mano 'viva' sobre la mesa. Y ya está. Sin más. Y nada menos. Porque les aseguro que el juego no es nada sencillo, requiere una tremenda concentración y depara un sencillísimo rato de risas y ociosa tensión.

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