Urgente La Ofrenda y la Nit del Foc siguen adelante pese a la lluvia

A Carlitos Alcaraz le falta mucho para llegar a ser como Don Rafael Nadal Parera. Atesora ya casi tanto tenis como el manacorí y una ... velocidad en las piernas seguramente superior a la del mallorquín en sus años de juventud. Pero le queda acercarse a la que es la verdadera arma atómica de Nadal. Su poderío mental. Su prodigiosa cabeza. Su capacidad para centrarse y equilibrarse. Para no caer. O de caer y de levantarse una y otra vez. Todo llegará para Carlitos. Pero el otro día en la semifinal de Roland Garros ante Djokovic, el murciano me conquistó con una frase. «No puedo, 'Juanqui', es muy pronto todavía para retirarme». Se la gritó Alcaraz a su entrenador, Juan Carlos Ferrero, mientras el fisioterapeuta se desgañitaba con las piernas del tenista. Una lesión lo bajó de la competición con el serbio en el tercer set del grand slam. Pero a Carlitos no lo bajaron de la lucha. Siguió peleando. Continuó intentándolo. Ya fuera por ver si su cuerpo finalmente resucitaba. O por no privar a los espectadores de algo más de espectáculo (aunque ya no lo hubo). El caso es que Alcaraz siguió. Luego se supo que todo había sido mental. Que los nervios le habían acalambrado todo el cuerpo. Que el crack murciano apenas pudo comer las horas antes del lance. Da igual. Él ahí estuvo plantado en mitad de la pista hasta el final. Consciente de los muchos ojos que se fijan en él. No pocos de niños. Quizás como postrero homenaje al esfuerzo de todo su equipo. Aunque era el propio Ferrero el primero que le pedía que se retirara. Que ya habrá más años. Pero Alcaraz apretó los dientes mientras el fisio le masajeaba, agarró la raqueta y saltó de nuevo a la tierra batida. Un ejemplo en París. Un ejemplo en la vida.

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Porque en la vida hay mucho zoquete. Como los que se afanan en reprochar a Nadal el pésimo ejemplo que según ellos da por seguir con dolor en las pistas. Por arrastrarse a veces en busca de la victoria. Que cuando el cuerpo te lo pide, hay que parar. No lo niego. Claro que hay que escuchar las señales del organismo. Decir 'basta' cuando toca. Pero también le digo a todo ese atajos de pusilánimes que si Nadal ha llegado hasta donde ha llegado es, sobre todo, por su cabeza. La mente humana es tremendamente poderosa. Aquello que decían las abuelas de que si te quedas en casa porque te sientes enfermo, te acabas poniendo aún peor, creo que es una de las mayores sabidurías populares que hay. Y si el cerebro humano se empeña en algo, si el ánimo y el espíritu lo acompañan, los logros pueden ser enormes.

Claro que hay muchísimas personas a las que una depresión incapacita. Claro que no valen paparruchas como aquella de que si tú te quieres curar de un cáncer, te curas. Todo tiene un límite. También la mente humana. Pero creo que si en la vida diéramos más importancia a la positividad, el tesón, el optimismo, la confianza, la estabilidad emocional y el estar bien siempre con uno mismo y con lo que hace, el mundo laboral, familiar y sentimental de cada uno serían auténticos paraísos.

Pero claro, el camino es más fácil si Alcaraz hubiera decidido retirarse en el tercer set. Irse a su lujoso hotel, darse un baño y salir con su gente. Es mucho más sencillo que Nadal hubiera dicho hace unos meses: lo dejo, ya está bien. Pero no. Sigue. Pese a sufrir. Sus ejemplos son los de nuestras vidas. Los de continuar cada día. Los de afrontar ese dolor de cabeza o de cuello en la oficina con una sonrisa. El espejo de pelear una y otra vez para que la familia esté unida. Que los hijos no caigan. Sigamos. «Es muy pronto todavía».

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