Hoy tenemos 'artista invitado'. Para contarles esta historia le daré voz a un amigo. Reproduciré aquí sus palabras exactas en una conversación a través de ... un grupo de whatsapp. Contradictorio el cauce, como verán por la moraleja, pero en este caso el fin sí justifica el medio. Allá va lo que él contaba, con su hija ya cursando la ESO:
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«Llevo tiempo mosqueado por la puñetera tablet que le han dado en el cole. El año pasado empezaron con el portátil como curso piloto y este ha sido tablet. Mucho peor: mala ergonomía para trabajar, no sabes lo que está haciendo cuando está en su mesa, en fin... Eso de entrar y verla encorvada frente a la pantallita... Y no ayuda que les piden trabajos que requieren hacer presentaciones, vídeos... con lo cual es difícil saber en qué están. Y sobre todo me da la sensación de mucha pérdida de tiempo».
Hasta aquí el planteamiento de la escena. Ahora viene el nudo: «Tuvo que hacer un trabajo sobre los visigodos en grupo. El tiempo que perdieron entre unos y otros y mareando a las familias buscando información por internet, obteniendo datos contradictorios, en fin. Me harté. Sacamos la enciclopedia de papel y resulta que allí estaba todo clarito, bien explicado, por orden y con datos contrastados».
Primer round ganado para los libros convencionales. Y ahora llega el desenlace de la historia: «Por suerte (me encanta eso de por suerte...) el otro día estaba teniendo problemas con Física y tras mucha discusión y decir ella que nada de ver nuestros libros o apuntes del colegio, encontré un libro de física de mi colegio que, incluso, yo había comprado de segunda mano de otro alumno de cursos superiores y que ya no se daba en mi clase. Fuimos al tema en cuestión y los ejercicios, ejemplos y explicaciones eran prácticamente lo mismo que la materia con la que estaba ella y no conseguía entender (con el cacao de apuntes, ejercicios copiados de la pizarra sin entender, tablet sin un libro claro...). Eso el día antes del examen. En el examen salió prácticamente el mismo ejercicio que hicimos con el libro. Sacó un sobresaliente, así que hemos ganado la batalla de la aversión a los libros de los papás».
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Aplausos. Reverencias. Mis respetos, amigo. Todo reconocimiento es poco. Que una enciclopedia de esas que llenan muchas estanterías de nuestros padres, que cogen polvo con imagen de trasto inservible, esos libracos han vencido a la todopoderosa internet. Y a la amenazante a la par que esperanzadora Inteligencia Artificial. Y de aquí sale la moraleja: que nos estamos volviendo tarumbas con tanta tecnología. Que cada vez son más necesarias las posturas de resistencia ante unos chips y unos bits que lo quieren dominar todo. Que la tecnología está muy bien, que trae muchas ventajas, pero que nos está acercando cada vez más a la definición de inútiles absolutos. A menudo me acuerdo de cómo me reía y qué exagerados me parecían los humanos de la genial 'Wall-e' de Pixar. Seres gordos y fofos, de patitas cortas, eternamente sentados en unos sillones flotantes que les llevaban a todas partes. Que les alimentaban y les mantenían constantemente delante de unas pantallas, sin mirar al que tenían al lado, comunicándose únicamente a través de la tecnología. Máquinas listas para transmitir mensajes de autocomplacencia y placer, todo lo necesario para que los humanos pensaran que no les hacía falta nada más que eso. Esa película se situaba en el año 2700. Aún se ha quedado corta.
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