Urgente Aemet anuncia el fin de las lluvias en Valencia para la cremà y avanza su previsión para el fin de semana

Imaginen a alguien que cada día acude al horno de su barrio y pide que le regalen una barra de pan. A cualquiera que se ... planta en un bar y reclama que le pongan un cortado por su cara bonita. A gente que se presenta en la carnicería, en un pub o en un asesoría fiscal y exige que le entreguen un paquete de carne picada, una copa o la declaración de la renta sin soltar un sólo euro. ¿Inconcebible, verdad? Todo el mundo pensaría: ¿pero qué hace el fulano este, menudo trepa? Pues eso es lo que pasa a diario en los medios de comunicación. En los portales digitales de los periódicos. Desde hace unos años se ha extendido lo que se llama el muro de pago. Las suscripciones para acceder a la información. A lo Netflix. La única forma de sobrevivir que tiene la prensa ante el tsunami de internet, redes sociales y avalancha de información (o más bien desinformación) que a diario corre por la red de redes. Pero no sólo es un mecanismo de supervivencia. Es justicia. Igual que nadie se lleva gratis el pan, la carne picada, las copas o la declaración de la renta

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Acceder a la información es un derecho fundamental. Se regula en el artículo 20 de la Constitución Española. «Se reconoce y protege el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión». Veraz. Y para eso estamos los periodistas. Igual que los panaderos amasan el pan de cada día, los camareros te preparan una copa perfecta y los asesores desentrañan la maraña de tus datos fiscales para que luego Hacienda no te meta un paquete, los periodistas separamos el grano de la paja. Explicamos realidades complejas para que la opinión pública se forme la suya propia. Para que la verdad llegue a los lectoores limamos notas de prensa que los partidos políticos, todos, difunden a menudo con un sinfín de falsedades, e inexactitudes. Cierto es que la verdad absoluta no existe. Que siempre depende «del color del cristal con que se mire», como sostiene el dicho popular. Y que al final hay que poner un titular que acota mucho un hecho que puede tener cientos de prismas. Pero a todos los periodistas que conozco les guía una máxima: transmitir qué está pasando.

Y uno se siente decepcionado cuando algún amigo te dice: «Cómo sois los medios, ahora lo ponéis todo de pago y no hay quien lea nada en las webs». O cuando escribes algo y la fuente te dice, «me podías haber avisado de que lo ibais a dar en 'cerrado' y que no lo vería todo el mundo». O sea, ¿lo de pan gratis para todos, no? O cuando algún tuitero comenta: «Queda muy bien poner el título y dejar la noticia sólo para suscriptores y que no se pueda leer más».

¿Se acuerdan de la que se montó en Estados Unidos con la ficción radiofónica de 'La guerra de los mundos' de Orson Welles? Pánico en el país al pensar que la invasión extraterrestre era una realidad. Imaginen que no hubiera medios de comunicación para desmentir bulos o informaciones malintencionadas. Que todos los periódicos cerraran por el gratis total. ¿O no pasaría lo mismo con los hornos si el pan y las rosquillas se entregaran sin nada a cambio? La información es un derecho, pero no es gratis. La verdad no se regala. Ojalá una cámara de 'Gran Hermano' en la redacción para hacer llegar lo que cuesta cada día hacer un diario. Las peleas por dar con informaciones que muchos no quieren que se sepan y peinar las mentiras que no menos gente intenta extender. Su derecho a la información es nuestro deber. Ayúdennos a ejercerlo.

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