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Relatos junto a la hoguera

El pastor y el ministro

De pueblo, cabrero, mozo de mulas, albañil... Aprendió él sólo a leer y a escribir. Hoy es un cocinero premiado. De la España vaciada también salen astros

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 3 de diciembre 2023, 00:14

Un día se encontraron en un tren camino de Madrid dos ministros. Uno de ellos se pavoneaba de sus orígenes. «Yo soy hijo de ministros». ... El otro lo miró indiferente. «Pues yo soy hijo de pastores». El primero empezó a mofarse, a mostrarse ufano con su cuna de alta alcurnia. «¡Pues vaya de donde vienes! ¡¡Hijo de pastor!!», mientras reía burlón. Y el segundo le respondió rotundo: «Bueno, si tú hubieras sido hijo de un pastor, te hubieras quedado en pastor. Y yo, siendo hijo de pastor, me he quedado en ministro». La anécdota es una de las experiencias vitales que cuenta Eladio Escobar. Pastor e hijo de pastor. Y orgulloso de serlo, dispuesto a clamarlo a los cuatro vientos cuando le preguntan. Eladio se mueve por el pueblo con un Renault '4 latas' con más décadas que caballos. Luce casi siempre una gorrilla que no debe diferenciarse mucho de la que llevaba aquellas mañanas de niño en las que se levantaba al alba en Piqueras del Castillo para llevar a pastar el ganado de otro. Viste ropas humildes. Pasa las tardes cuidando su huerto o asomado a la terraza de su casa. Ha sido pastor. Pero también mozo de mulas y albañil. Y finalmente cocinero. Es parco en palabras pero de mirada honesta. Nadie diría que este hombre de pueblo acaba de recibir un premio nacional «a la Gestión Excelente, Innovadora y Sostenible» con motivo de la Capitalidad Española de la Gastronomía que ostenta Cuenca. Un galardón «a los forjadores». Al pastor e hijo de pastor que levantó con sus manos un restaurante de postín en la capital manchega, Casa Eladio (ya desaparecida), que unió a su familia en torno al negocio y que convirtió luego en 'Delicias de Eladio', una firma de exquisiteces castellanas (morteruelo, ajo pastor, gazpacho, lomo de orza, gachas...) amasada con una receta infalible: la familia, su humildad y el mejor andamio: su cuna.

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«Ojalá mi madre viera dónde he llegado». A sus 82 años Eladio Escobar repite esa frase a menudo. Su madre, la esposa del pastor. La mujer de Buenache de Alarcón que le enseñó que con constancia y trabajo todo se puede. De su historia salen dos moralejas. De la España vaciada también salen astros. Y que el orgullo de los orígenes de uno es la clave de los éxitos del futuro. Eladio echó a volar del pueblo para hacer la mili en Madrid. Luego empezó a trabajar de cocinero en la pensión en la que se alojaba. Luego trabajó en varios restaurantes. Aunque no tardó en impulsar su propio negocio. Codo a codo con su inseparable y dulce Adela. Con cinco tesoros como escuderos: Crescen, Ana Isabel, Palmira, Jose y Miguel Ángel. Sus hijos. En la calle del Agua de Cuenca, junto al río Huecar, abrió su primer bar. Un local en que asaba un cordero al horno que hacía saltar las lágrimas. Un sitio tan pequeño que cuando abrían el horno de la cocina y entraban clientes, el personal tenía que salirse casi a la calle por la falta de espacio, como recuerdan los que lo visitaban. Luego se mudaron y fundaron 'Casa Eladio', un templo gastronómico en la capital manchega durante muchos años. Y ahora con una empresa gastronómica cuyo timón llevan sus hijos, una firma que vende a domicilio y que incluso provee a Mercadona. Eladio recogió el premio rodeado de los suyos. Para ellos fueron las gracias del hijo del pastor. Lo hizo en una gala de pompa y circunstancia. De gente trajeada. Y él luciendo su gorrilla. La misma con la que pasea por Piqueras con su característico andar lento y penduleante. Quizás mirando al horizonte y recordando a aquel hijo de ministros que viajaba en el tren. A ese hombre de elevada alcurnia pero menguante alma.

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