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He hablado con unos cuantos policías estos días tras las pasadas Fallas. De los que peinan la noche y vigilan justo cuando se despliega uno ... de los peligros más crecientes en las últimas fiestas: la devastadora pirotecnia ilegal y la irrupción de artefactos caseros que son más bombas que petardos. El jueves por la noche leía en la terraza de casa. Un tremendo ruido rompió la calma de la madrugada. ¿Es un trueno? Con el cielo algo nublado, fue lo primero que pensé al escuchar la detonación. Unos minutos después, un mensaje de Whatsapp me sacó de la duda. «Ha explotado otro de esos petardos. Ha roto cristales de patios y ha dejado un socavón en el suelo». Ocurrió también el martes. Cuando volvía de la Ofrenda a ver a mi hijo, varias llamadas me alertaron de una enorme explosión y una descomunal nube de humo en el río. Dos avisos de lo terrible que se está volviendo la amenaza de estos megapetardos confeccionados en casas particulares. Enviados a Valencia a través de paquetes, según sospecha la Policía Nacional. Detonados a manos la mayoría de las veces de ciudadanos alemanes y neerlandeses, dos países en los que la pirotecnia ilegal causa un desaforado furor. En Alemania llega a haber muertos en las celebraciones de Nochevieja por esta alarmante pasión. Cinco este año. Allí y en Países Bajos hasta se veta el uso de la pirotecnia en fechas señaladas. A Valencia también ha llegado el debate de la prohibición. Lo puso sobre la mesa la alcaldesa Catalá en San José: reducir el número de petardos que se pueden vender en las tiendas y retirar los de mayor potencia. Porque el principal peligro radica en ese 'turismo de petardos' que se ha hecho fuerte en los dos últimos años, en la trama orquestada de envío de artefactos a la capital y de la cantidad de visitantes europeos arrastrados por esta moda a viajar a Valencia. Esa es sin duda la mayor urgencia. Pero no la única. Del circuito legal y establecido también salen artefactos peligrosos. Coinciden los policías: hay que prohibir la venta de petardos de la clase F3 y F4. Los de mayor potencia. Porque estos agentes con los que hablé tras las Fallas me explicaban cómo habían visto el lanzamiento en plena calle de cohetes que de torcerse podrían acabar entrando en viviendas por un balcón «y causar un desastre». De cómo en la mismísima avenida de Francia se tiran baterías de fuegos artificiales de venta legal que de terminar en un toldo o similar pueden generar un más que aparatoso incendio. Se acuerdan también estos patrulleros de una noche del año pasado, cuando una de estas bombas voló el brazo de un joven que la manipulaba en el viejo cauce. Los primeros artefactos (el cohete y la batería), a la mano de cualquier adulto en las tiendas de pirotecnia. El tercero, la cara más brutal de la pirotecnia salvaje e ilegal. Dos frentes a tratar por Ayuntamiento y Delegación del Gobierno. «O toman nota las autoridades, o aquí acabaremos teniendo una desgracia», es la sentencia de uno de esos agentes que ha visto con sus propios ojos la cara del verdadero problema. «Los petardos, para los niños: bombetas, fuentes de colores y poco más...», añade otro de ellos. Cierto es que la pirotecnia es uno de los sectores económicos más arraigados y notables en Valencia. Hay que cuidarla y motivarla. En manos de profesionales y en los recintos debidos. El cierre del río en Fallas es otra de las posibles medidas que se debaten en círculos policiales. Aquí no hablamos solo del peligro de brutalización de las Fallas. Lo hacemos de seguridad y de vidas humanas.
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