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Fue el poeta romano Ovidio quien allá en los comienzos de esta civilización (por llamarla de alguna forma) occidental narró el mito de Saturno devorando ... a sus hijos. Lo hizo en su obra 'Fastos'. «Saturno queriendo saber la estabilidad de su Reino, tuvo respuesta de un Oráculo: que le despojaría de él un hijo suyo. Con este temor dio orden de que se criasen las hijas que tuviese con su mujer Rea, o Cibeles, y los varones que parían se los comía el mismo». El óleo en el que Goya representó el mito de 'Saturno devorando a su hijo' te sobrecoge en el Prado. Con su tenebroso fondo negro y un Dios gigante, desmadejado y arrancando a bocados trozos del cuerpo de su descendencia mientras lo aprisiona con unas manos huesudas.
El mito, la imagen y el horror me ha venido a la cabeza esta semana. Con todo el escándalo de Errejón y sus supuestos acosos sexuales (uso el supuesto por la presunción de inocencia, no por quitar hierro a la acusación). Y dirán ustedes, ¿y qué tendrá que ver una cosa con la otra? Y volverán a decir ustedes: ¿y por qué te metes en este jardín? Pues porque necesito trasladar una reflexión. O más bien un puñado de ellas. A riesgo de que me lluevan palos como puños y que se me tilde de algo que no pretendo. Todo ello al hilo de la reflexión que un amigo lanzó, a raiz del 'caso Errejón', en uno de esos grupos de whatsapp en los que hoy se debate de lo divino, lo humano y se arregla el país y la casa de cada uno. «Hemos creado un monstruo que nos devorará a todos. Si tuviera hijos les diría que lo de tener sexo, mejor después de casados, o se pueden meter en un bien lío». Vale que la frase puede sonar un poco 'carca' y casposa. Lo de 'casados' no te exime de nada... Pero no deja de reflejar una terrible realidad. Tenemos en nuestra sociedad varios monstruos hoy en día. Uno de ellos, la avalancha de delitos sexuales que sufren las mujeres y que nos golpean. Muchos cometidos por adolescentes. El daño que está haciendo la pornografía y la livianez y frivolidad con la que tratan la sexualidad está detrás de mucho de estos delitos. Lo demuestran las estadísticas y lo atestiguan los expertos. También hay un auge de agresiones sexuales cometidos por personas de otras culturas. De otros orígenes. De mundos que ven a la mujer como un objeto y como algo con lo que hacer lo que a uno le plazca. Y así actúan muchos de ellos. Una minoría, pero que esto es así no sólo lo dicen las estadísticas o los arrestos de los que solemos dar cuenta. Lo corroboran los policías de la calle. Y contra esta realidad se debería luchar desde todos los frentes. Feministas o no. No es una afirmación xenófoba ni 'derechosa'. Es una realidad que se palpa a diario en las calles, en los coches patrulla y en los informes policiales. El machismo sigue enraizado y ensuciando nuestra sociedad. Aún hay mucho. A espuertas. Pero el volantazo para corregirlo ha hecho virar todo al costado contrario. No pretendo defender a Errejón. Nada más lejos de mi intención. Ni lo conozco a él ni conozco al detalle sus 'andanzas'. Que pague si ha hecho algo. Pero hoy ser hombre es ser un sospechoso habitual. Pobres de los chavales que pretendan iniciar ahora lo que hasta hace no mucho era un inocente 'ligoteo'. Los que conozcan a una chica y acaben en el asiento de atrás o en algún piso de estudiantes. Los que pretendan ser caballerosos o ensalzar la belleza de aquella que les gusta. Hoy habría que hacerlo todo ante notario, bajo luz y taquígrafos. Hoy el poeta quizás hubiera cambiado el mito. Y Saturno hubiera acabado devorado por sus hijos.
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