Directo Última mascletà de las Fallas 2025: lluvia de pólvora de Caballer FX para cerrar el ciclo

Papi, papi. En la falla de aquí abajo, el monumento infantil es más grande que el de los mayores». La exclamación de mi hijo corriendo ... a contármelo desde la ventana de casa daba inicio a esta historia. Un relato con moraleja: las Fallas, en una especie de parábola de la vida, son como nuestro día a día. Si algo falla, te levantas, lo arreglas y sigues adelante. Si no tiene arreglo, lo intentas ver con la mejor sonrisa posible. Y eso pasó con la historia a la que da comienzo la estampa divisada por mi pequeño. En la mañana del 16 de marzo, cuando la plantà debía ser ya efectiva, en la falla Olivereta, como monumento mayor, lucía únicamente el ninot de un troglodita. Rodeado por una valla y adornado por ramitas. Con toda la impresión de que eso era la única falla de la comisión. Al lado, la infantil sobresalía como un coloso. Pero las caras largas, los rostros serios de los falleros, evidenciaban que algo no iba bien. La noticia no tardó en correr por la redacción: la espantada de un artista fallero de Alicante había dejado sin monumento a una veintena de comisiones en la provincia de Valencia. Entre ellas, a la de la falla Olivereta. Muchos niños deambulaban tristes junto al monumento. La ilusión de todo un año rota por la desfachatez de un energúmeno. Pero si de algo saben las Fallas es de espíritu de superación. De resurgir de las cenizas, que al fin y al cabo es lo que hace la fiesta cada año. Empezar de cero el mismo día siguiente de la cremà. Apenas unas horas después, la escena era completamente distinta. A mediodía, junto al ninot del troglodita empezaron a aparecer amontonadas cajas de cartón. Algo nacía en el corazón de la falla. «Se la podían hacer ellos la falla, ¿no papi? Como antes...». La frase de mi hijo anticipaba la realidad que ya se vislumbra con las cajas de cartón. 'Tap, tap, tap, tap...'. El sonido me recibió en cuanto bajé de casa para regresar a la redacción a mediodía. Junto al troglodita, varios falleros golpeaban al unísono sus martillos para unir con clavos cartones y maderas. Al lado empezaba a tomar forma algo, una especie de escenario sobre el que estaba colocado el ninot. Horas después se obró el milagro. La comisión de L'Olivereta había levantado unas Torres de Serranos como su falla principal. Con cartones, maderas y sus manos. Y su ilusión intacta. No fue la única escena del resurgir de la falla. Durante la tarde, falleros de otras comisiones cercanas acudieron a ver a sus colegas con un ninot entre sus brazos. Regalos para que la fiesta siguiera. Pura 'germanor'. En la Olivereta los recibieron con pasillos y aplausos. Y la fiesta siguió su curso.

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Las Fallas son mucho más que jarana, arte y cortes de calle. Escenas como esta, que seguro que se vivieron a imagen y semejanza en la otra veintena de fallas afectadas por la falta de escrúpulos de un artista, demuestran que la mejor fiesta del mundo es también un ejemplo de superación y resiliencia. Como lo hicieron el año pasado cuando la borrasca 'Celia' tumbó no pocos monumentos y pasó por agua la Ofrenda. Las Fallas resurgieron. La fiesta es un poco como la vida. Si te pasa algo, si te caes, te lames las heridas y continuas. Si algo se tuerce, aprietas los dientes y tratas de arreglarlo. Si no se puede, o se puede a medias, porque que los falleros se quedaron sin la falla que merecían, le pones al mal tiempo buena cara y adelante. Y sacas siempre el lado positivo: L'Olivereta jamás ha tenido una falla más original, genuina, propia y sentida que la de este año. Que le den al artista. La vida sigue.

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