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La izquierda sigue empeñada en que sólo ellos tienen la patente de los carnets de tolerancia. Que sólo ellos deciden cómo hay que promover la ... integración y desterrar los prejuicios y que los demás nunca lo hacen bien. Que únicamente ellos tienen la capacidad de decidir cómo se celebran y conmemoran las causas sociales. Y lo demás es intolerancia y caverna. Y para ello, si tienen que manipular y sacar frases de contexto, lo hacen. Y encienden las redes sociales. La máquina del fango, que tanto critican y que condena Sánchez, en su máximo esplendor. El espectáculo de esta semana con la celebración del día del Orgullo ha sido dantesco. Un auténtico linchamiento sobre la alcaldesa Catalá. Sin remordimientos a la hora de difundir una frase palmariamente sesgada. Los hechos son los siguientes. Catalá dijo que no se colgaba una bandera del día del Orgullo en el balcón del Ayuntamiento porque desde hace más de un año el Consistorio decidió prohibir la colocación de cualquier tipo de banderola. Para acabar con el cachondeo y circo de lemas que se creó durante la época de Ribó. Una jungla que hizo que se llegaran a colocar pancartas en favor del criminal Stalin. Luego nadie sabía quién la había puesto, claro, todos lavándose las manos, pero ahí apareció. O para que los radicales de España 2000 colocarán también la suya en otra ocasión. Un descontrol que no tiene color político y al que la actuación corporación municipal ha puesto coto. El mensaje de Catalá fue ese. Quizás no fue la más oportuna su comparación de que no coloca pancartas del movimiento gay como tampoco coloca pancartas del ELA o el Alzhéimer. Pero añadió «como de ningún otro movimiento social». Esa es la parte que la izquierda ha manipulado, sesgado y cortado. Para colocar a Valencia a nivel nacional como una ciudad homófoba. La ciudad que organiza los próximos Gay Games. Y no se colocan pancartas del Orgullo en el Ayuntamiento como tampoco se ponen en apoyo a las víctimas del terrorismo, contra el hambre en el mundo que cada año mata a millones de personas por la desigualdad entre naciones. O como tampoco se exhiben pancartas para acabar con la lacra de la violencia sexual o el maltrato. Con todo eso comparó Catalá la causa gay. ¿Son más los derechos del colectivo homosexual comparados con las víctimas del terrorismo, las mujeres maltratadas o las miles de personas que cada año mueren por no estar suficientemente financiada la investigación sobre el cáncer o el ELA? Son iguales esos derechos. Igual de necesarios y de imperiosos. Pero el Ayuntamiento de Valencia no coloca NINGUNA pancarta. Y eso es toda la polémica.
Igual que la izquierda oculta que el Ayuntamiento se ilumina estos días cada noche con los colores de la bandera gay. Que los mupis digitales que colocó el Consistorio brillan con su causa. Que el gobierno municipal ha repartido miles de láminas del Orgullo entre los comercios. Que la semana pasada el Consistorio cogió el testigo de la fiesta a la que renunció el colectivo gay para encender más su polémica. Que el Ayuntamiento ha participado estos meses en un sinfín de festivales para acabar con la marginación del VIH. Pero todo eso no existe. Eso no debe saberlo Marlaska. Eso lo devora la máquina del fango. La misma que ha convertido nuestra ciudad con mentiras, a nivel nacional, en un lugar con una imagen intolerante. Flaco favor a todos los valencianos. Como dijo el presidente a la oposición en la tribuna de Les Corts: «Ya está bien». No todo vale.
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