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Hay que estar atento a lo que dice el CECOPI, comprobar que el CECOPAL de cada municipio no vaya por otro camino, tener en cuenta ... que no es lo mismo el nivel 0, 1, 2 o 3 de Emergencias que las alertas amarilla, naranja y roja que dictamina la Agencia Estatal de Meteorología. Saber manejarse con las alertas que nos manda el 112, el ES-ALERT y otras sobre posibles incidencias. O los SMS que nos mandan desde la aplicación GVA-SALUT y que advierten del cierre de los centros de salud por el mal tiempo. Que debe ser que la gente no enferma, ni tiene que ser visto por un médico cuando hace mal tiempo. Y sobre todo, desconozco la gran utilidad de saber que tu centro de salud va a cerrar sus puertas... seis horas después de que Sanidad decida hacerlo, o lo que es lo mismo, recibir el mensaje a las nueve de la noche, cuando ni el celador de turno está ya en tal sitio. Hay que rezar para que el Gobierno movilice a tiempo a la UME. Saber distinguir entre el Consorcio de Bomberos y los Bomberos municipales, que unos atienden de cruces para fuera y otros para dentro. Da igual que sus conocimientos y especialización sean idénticos y que unos y otros sean expertos en emergencias en un sitio con un código postal o en otro. Se suspenden clases, atenciones médicas, citas deportivas y culturales, conferencias y todo tipo de actos. Da igual que sea en una sala de conferencias, en un pabellón deportivo o hasta en un sótano bunkerizado. Se hace alegando que la Generalitat ha dictaminado la emergencia O por inundaciones. Y da igual que luego se levanten las restricciones en los municipios antes incluso de que la administración autonómica haya levantado ese nivel de emergencia en virtud de la cual se argumenta que se emitieron las primeras medidas. Es otra prueba de que se sigue actuando a golpe de impulso. Que bienvenidas sean las medidas extremas cuando llega un fenómeno meteorológico adverso o una emergencia. Sin duda mucho mejor eso que percibir que no hay nadie en el timón. Que el agua sube y sube y que el tsunami llega y que todos los que deben actuar (en Valencia y en Madrid) permanecen congelados, atónitos, mirando para otro lado y guardando bien en el bolsillo el carné del partido.
Los ciudadanos vivimos con la sensación de estar en una perpetua sopa de letras. En una descoordinación entre administraciones más digna del antiguo reino de taifas de España que en una sociedad ultraconectada, globalizada y moderna. Me lo contaba Miguel en Hordunas. Al lado del icónico edificio grotescamente inclinado cuatro meses después de la dana. Su abuelo le contaba que cuando el Magro subía venía el cabo de la Guardia Civil de Requena en moto y les avisaba. Su padre le decía que en su época llamaban al único teléfono que había en el pueblo. En nuestros días, «nadie ha avisado de que el río venía crecido». Y en esas estamos. En que seguimos gobernando, poniendo medios y legislando a golpe de tragedia, desgracia y para reparar daños. Las presas siguen sin estar adaptadas a las medidas de seguridad dictadas hace cuatro años. Por dinero. La CHJ sigue sin ejecutar las obras antirriadas en los cauces. Por dinero. Se siguen manteniendo una duplicidad de órganos, técnicos, asesores, canales de emergencia y responsables gubernativos que no hace más que entorpecer reacciones. Que sólo sirve para hacer más confusa, farragosa y lenta la respuesta ante desgracias que pueden costar vidas. Para mantener puestos, órganos y cargos. Una vez más, por dinero.
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