El precio de la luz repunta este martes con la nueva tarifa: Las horas prohibitivas para encender los electrodomésticos

El periodista David Burguera explicaba en LAS PROVINCIAS esta semana que la reunión de Carlos Mazón con Pedro Sánchez del 4 de ... octubre se iba a realizar seis años y un día después de la que protagonizó el anterior presidente de la Generalitat, Ximo Puig, con el mismo inquilino en la Moncloa. En su crónica analizaba cómo buena parte de los temas prioritarios para la región que allí se trataron siguen sobre la mesa sin solución. Por ejemplo, el incremento en el copago de la dependencia hasta ponerse al día o la compensación por la atención sanitaria que ofrece esta Comunitat a quienes nos visitan. De la dependencia sabemos que, más que mejorar, la cosa empeora. De hecho, la lista de espera se incrementó en 4.000 solicitantes durante el Botánico. Y la factura de los desplazados, ahí sigue, superando los mil millones, según datos de la propia Generalitat. A ambos aspectos tratados debemos sumar el letargo en otras cuestiones vitales para nuestro territorio como las infraestructuras -en especial el corredor mediterráneo- o el problema del agua, que se prolonga desde décadas. Y, por encima de todo ello, la insoportable infrafinanciación, que padece nuestra Comunitat de forma crónica.

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El problema es que esa parálisis absoluta en estas reivindicaciones históricas se prolonga desde mucho más allá de aquel encuentro. Algo que podría considerarse una especie de menosprecio o ninguneo a nuestra tierra. O un contundente síntoma de una falta de reivindicación férrea y unánime por nuestra parte. De hecho, y volviendo a ese nudo gordiano que es la infrafinanciación, podemos remontarnos a 2008. En concreto, al 24 de diciembre de ese año que es cuando el entonces presidente Francisco Camps se reunía en la Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero y le arrancaba el compromiso de atender el criterio de la población en un nuevo modelo de financiación. Algo que, como estamos padeciendo, nunca llegó a materializarse. A pesar de que fueron muchos los que hicieron sonar los vítores antes de tiempo. Por ejemplo, el que era en aquel momento líder del PSPV, Jorge Alarte, que tras el encuentro en la Moncloa sentenció que se habían acabado «las excusas y el victimismo».

Zapatero utilizó en aquellos días una estrategia similar a la que ahora aplica Sánchez frente a Alberto Núñez Feijóo. Fue la de obviar la petición del PP nacional, liderado por Mariano Rajoy, de negociar un modelo de forma conjunta e ir convocando a los presidentes por separado, ofreciendo a cada uno lo que le satisfacía. De hecho, Camps pasó por la Moncloa y arrancó la promesa de atender su petición por parte del entonces presidente. Pero también Esperanza Aguirre, al frente de la Comunidad de Madrid, que salió satisfecha por lo acordado para su autonomía.

Camps arrancó a Zapatero el compromiso de incluir el criterio de población en la nueva financiación en 2008; todo quedó en nada

Todo -hay que insistir en ello- quedó en nada. Y en esas seguimos, en la nada. O peor, por el agravio con el pacto con ERC para convertir a Salvador Illa en el presidente de la Generalitat catalana. Igual o peor y a las puertas de que Mazón se siente frente a Sánchez con un buen puñado de reivindicaciones históricas para los valencianos. Tan históricas que han conseguido que, a nivel de sociedad civil, se imponga una apatía sobre cuestiones primordiales que, legislatura tras legislatura, nunca han logrado sacarlas del bloqueo. Un sentimiento de impotencia y hartazgo ante cuestiones como la dependencia, la escasez de agua, el eterno corredor mediterráneo, el Ave regional, el plan de Cercanías, el pago de los turistas atendidos por la sanidad valenciana, el ninguneo de nuestro Palau de les Arts o del Bellas Artes frente a otros coliseos culturales... ¡O la infrafinanciación! Cuestiones, todas ellas, que ya no movilizan a la sociedad civil, cansada de ver que todo queda en la disputa o en la estrategia política, sin avances ni verdaderas vocaciones de lograrlos.

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La ciudadanía, los que configuramos la realidad de la calle, vemos pasar las legislaturas, con gestores de todos los colores al frente, con la sensación de que hemos acabado atrapados en un bucle del que no salimos porque pesan más los intereses partidistas e ideológicos que el de los ciudadanos. Y vemos, entre desmoralizados y escandalizados, que somos incapaces de lograr acuerdos para lograr un modelo de financiación generoso con quien está marginado; que somos incapaces de lograr un plan hidrológico solidario; que la Educación sigue siendo un constante hacer y deshacer planes que nunca cuajan; que el corredor mediterráneo avanza hacia la utopía; que el famoso tren de la costa nos hace ya risa; que todos prometen viviendas sociales pero no llegan... O que hasta el agua de la Albufera, que debería ser intocable, se cuela en los tribunales.

Cara a la sociedad en general, esta política del desacuerdo, que nos ancla en la parálisis y encierra los grandes asuntos territoriales en bucles infinitos, sólo hace que fomentar el descrédito y la desafección de la ciudadanía respecto a sus representantes políticos. Y sólo hace que afianzar alternativas extremas, como vía de escape de aquellos que ya no creen en unos partidos que deberían ser ejemplo de una verdadera política de Estado. De una forma de hacer oposición y gobernar a la altura de lo que merece este país. Sin anteponer, el desmontar al contrario, al bienestar del ciudadano.

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Es domingo, 29 de septiembre. Desde el inicio de año este periódico impulsa una iniciativa para poner en valor personas o entidades que hacen grande la Marca Valencia. Hoy es el turno del empresario Juan Roig. Tanto su empresa insigne, Mercadona, como las entidades y fundaciones familiares, aportan un músculo incalculable a esta tierra, que va más allá de lo monetario. Reconocerlo públicamente es justo. Enfatizarlo sin complejos, también. Valorar a los nuestros y quererlos es terapéutico y necesario. Nos hace mejores. Y hace mejor esta tierra.

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