Urgente Dos afortunados se reparten 380.000 euros con la Bonoloto de este viernes

Pasé por la Avenida de Aragón y había una cola, modesta, a las 11 de la mañana, para entrar en Mestalla. No sé qué clase ... de estómago podría aguantar una hamburguesa con queso fundido, por muy de autor que sea, antes de la hora del Ángelus. No hice la foto. Me quedé con la imagen real, con el perfil y el contorno y el enfoque de las cosas que uno ha visto, como cuando vi las colas para vender acciones que pagaron cruceros, y cosas así, que le ponen a uno triste. La fotografía en la galería de imágenes del dispositivo es algo a lo que puedes renunciar, borrar o no consultar nunca, pero la impresión del suceso en el cerebro es algo imposible de olvido. Esta Champions de la Hamburguesa es una estocada a la dignidad patrimonial del Valencia, y ese puede que sea el motivo. Me contaba un amigo bético de las burlas sevillistas por este mismo evento en el campo del Betis, y los escasos ingresos que nacían de esa actividad. El olor de la cebolla caramelizada nos perseguirá siempre.

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Puede que sea solo un recuerdo, y puede que incluso sea un recuerdo malintencionado, que convoco aquí con melancolía, pero antes, en la etapa analógica de nuestra vida, llegada la campaña de renovación de los abonos se ilusionaba a la gente con algún fichaje, y se le ponía una especie de adjetivo. Un fichaje «de campanillas». Sin embargo, en esta etapa digital, la ilusión se ha transformado en la incógnita: no desvelar de momento la identidad de las ventas de jugadores. Sé que tengo una relación hostil con este mundo digital de las imágenes y las apariencias. El sábado acudí como tío caldoso, a un festival de fin de curso de danza en Oliva, y la gente grababa y grababa, y yo echaba de menos esos aplausos que menguaban por el hecho de estar pendientes del dispositivo. El aplauso es el combustible. Dentro de un tiempo seguro que nos hacen pagar una tasa por entrar en Mestalla con un teléfono, y nos parecerá justo. En lugar de hacer la foto real, la de la memoria. Con un poco de demora biográfica no hará falta ni contemplarlo. La planificación de la temporada 2024/2025 no será un capítulo adicional de la balada del Bar Torino. Conviene que el lector vuelva a la lectura de un libro que bien pudo llamarse La oración fúnebre del Bar Torino, porque en realidad era una despedida, y bien pudo ser una advertencia sobre la inutilidad de escribir más cosas sobre lo mismo, cuando Rafa Lahuerta ya sentenció que había terminado. Releo el libro para escribir la columna, o lo releo como una manera de que La Balada me dé una pista, una certeza, una idea apasionada, en este momento de tanta torpeza, de tanta insistencia en lo mediocre. Releo la fecha de la dedicatoria. 22-IX-14. Hace ya una década, con esa referencia a mi apodo personal en la red, vestigio de otro tiempo, «Tempo è dolore», y la memoria de las dos décadas anteriores de amistad, libros y complicidad. Lahuerta, como Mestalla, nunca falla: «El fútbol ya no importa. Importa estar en Mestalla. Importa quedarse hasta que lo derriben. Importa preservar cierta honestidad, cierta ligereza, cierta ironía. Importa no fallar a la gente que me quiere. No me hagáis preguntas. Está todo aquí. Creo, ahora sí, que me he ganado el derecho a ser invisible. Esta balada ha terminado». Esa es la respuesta, esa es la tremenda sensación de que todas estas cosas ya las advirtió Rafa Lahuerta antes de retirarse al anonimato de la grada. Toca quedarse, claro que sí, sabiendo que la balada ha terminado. Toca quedarse antes de que derriben Mestalla. Toca ser valiente y mirar el final con nuestros propios ojos, con el aroma de la carne quemada, a la barbacoa, el auto de fe de aquella vieja dignidad. Sin necesidad de preguntas, Rafa Lahuerta nos daba la respuesta.

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