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La cordialidad y las buenas relaciones son una cosa y el sentido de la responsabilidad de un president y el de los medios de comunicación son otra. No tienen por qué ser excluyentes, pero no debieran equivocar ni unos, ni otros la obligación de cada ... cuál. La decisión del president Ximo Puig de no asistir al sano ejercicio democrático de parlamentar en público con el resto de candidatos en el debate organizado conjuntamente por LAS PROVINCIAS, COPE y La 8 Mediterráneo, no parece muy acertada. Al tiempo.
Quien dicen que ha tomado la decisión de ir a unos debates de medios privados y a otros no, va a tener que soportar el peso de no dejar que el president Ximo Puig pueda explicar y defenderse de todo lo que la oposición, como es lógico, pueda poner sobre la mesa. Y no es que suene a pataleta por no asistir a los debates, suena raro que un president que ha demostrado talante, carisma y tranquilidad ante las situaciones más delicadas a lo largo de su mandato, no quiera dialogar con el resto de candidatos. Dialogar, esa palabra que tantas veces el mismo Puig ha sacado para alardear de sus prácticas de buen gobierno. ¿Dónde está ahora el diálogo?
Al ciudadano le gustaría saber qué hay detrás de esas informaciones que apuntan negocios con empresas vinculadas a su hermano o qué proyectos de futuro hay para la Comunitat. Estas preguntas y muchas más no tendrán respuesta del president para cientos de miles de lectores, oyentes, televidentes y usuarios que suman estos tres medios de comunicación: prensa, radio, televisión y sus medios digitales.
Se trata de la apuesta de comunicación más ambiciosa, importante e influyente por número de audiencia frente a cualquier otra en toda la Comunitat Valenciana y a la que Puig no quiere asistir.
Puig puede perder estas elecciones por dos motivos que él bien sabe; el primero por el efecto negativo del presidente instalado en la Moncloa. El efecto Sánchez resta votos hasta al mejor presidente autonómico socialista. Y el segundo es por el oscurantismo que empieza a aflorar ante unos hechos de los que se intuye que tiene una complicada salida airosa. El silencio no parece la mejor de las respuestas a las dudas que planteará la oposición.
Mala estrategia la de hacer el avestruz mientras denuncian una supuesta persecución política. Es buen momento para recordar que unas elecciones no las gana el partido de la oposición, sino que las pierde el partido que gobierna.
Lo que en LAS PROVINCIAS, en COPE y en La 8 Mediterráneo no puedan saber, en las urnas lo acabaremos de ver.
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