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Durante mucho tiempo hemos creído, y no pocas personas, que estas jóvenes generaciones digitales que vienen empujando a golpe de móvil estaban totalmente «atocinadas». Nos han trasladado, o hemos percibido de ellos, una actitud pasota y alelada. Hemos interiorizado con el tiempo la imagen del ... joven escondido tras la pantalla, falto de comunicación y con un lenguaje que a veces, los que venimos de la EGB, somos incapaces de descodificar.
Su elección en el orden de prioridades de la vida, nos dejó descolocados de un tiempo a esta parte cuando descubrimos que preferían disfrutar libremente de la vida a esclavizarse con hipotecas de cualquier tipo. Jóvenes que solo pensaban en ir de festivales, en buscar las ofertas más baratas para volar o en posturear en redes para no se sabe muy bien qué. ¿Quién iba a pensar que había mucho más detrás de ese erróneo juicio de valor?
Han sido señales que nos han llevado a pensar que esta juventud portaba en su ADN una incapacidad para asumir el esfuerzo, el sufrimiento y, sin embargo, la versión que están ofreciendo en la ayuda a los afectados por la DANA es ejemplar, única y encomiable.
No solo están prestando su ayuda, es que además han decidido hacerlo pese a todos los inconvenientes que se han encontrado por el camino. No han cesado en buscar caminos alternativos a aquellos que se encontraban con el acceso cortado. Era imposible frenar a miles y miles de personas que se empeñaron en querer ayudar con sus propias manos y embarradas hasta las cejas. Son los jóvenes, protagonistas verdaderos de esa gran marea popular de la que los afectados hablan. Si no hubiera sido por el apoyo solidario de todas las personas, el desastre hubiera sido muchísimo más grave de lo que ya es.
He de pedir perdón a estos jóvenes porque en muchas ocasiones he dudado de su actitud, he dudado de su aparente debilidad, he dudado de su verdadera capacidad.
Las lágrimas en los afectados son el pan de cada día desde el inicio de esta horrible pesadilla y muchos han encontrado en esta oleada de juventud un apoyo para sobreponerse y seguir luchando.
Cada mañana y entre semana, veo a hordas de jóvenes en la parada del bus, con escobas y palas, unos ataviados con calzado más adecuado y otros con lo que pueden pero apañado con bolsas y celofán. Esta vez el bus no los lleva al centro escolar, la EMT se convierte en el transporte de un batallón que va a luchar con orgullo a la 'zona cero' Son las 8 de la mañana y el plan del día no pasa por ir a clase porque esta vez la lección nos la dan los jóvenes.
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