Hace un par de días pudimos ver en la céntrica calle Colón de Valencia a una chica que 'paseaba' con collar y correa a un joven que hacía las veces de perro, a cuatro patas, olisqueando al personal e incluso frotándose con una farola. La ... escena no pasaba desapercibida, sin dar crédito entre todos aquellos que veían cómo la pareja normalizaba la actuación del supuesto perro y preguntándose qué pasaría si en vez de él, la perra hubiera sido ella.
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Permítanme que a través de esta animal entrada nos situemos en la calle de la perruna historia, protagonista de no pocas tensiones políticas y sociales desde que el anterior gobierno decidiera plantar guerra al coche.
La calle Colón es esa arteria fundamental de la ciudad por donde confluye el comercio, el maratón o las Fallas de Valencia. El gobierno de Ribó dejó en manos de Grezzi lo que bautizaron como «pacificación» de la ciudad o la invasión de carriles bici en detrimento de carriles para el uso del automóvil.
Podremos estar de acuerdo en cuanto a la necesidad de incentivar el uso del transporte público pero no tanto en las formas con las que se llevaron a cabo los cambios. Ahora bien, es respetable que quienes entraron a gobernar hace 8 años llevaran en su programa todas estas políticas. De la misma forma que se espera que quienes han ganado las elecciones, gestionen como la mayoría de sus votantes han decidido. Compromís no ha asumido que las urnas las han perdido entre otras cosas por no solventar problemas graves que importan en una ciudad. No escuchar a la gente, ignorar a usuarios y comerciantes conlleva muchas papeletas para perder unas elecciones municipales.
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La alcaldesa Catalá parece muy cuidadosa con la toma de decisiones, solo hay que ver el tiempo que se ha tomado para modificar la ampliación de carriles para la circulación por la calle Colón. Se confirma con el aval de informes y datos que la remodelación quedará lista a partir del 12 de diciembre.
Lo que llama la atención es la sorpresa que provoca entre quienes dicen defender la «pacificación», cuando en su tiempo de mandato dinamitaron sin sentido la ciudad con la intención de hacer imposible la movilidad por el centro de la capital.
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Ese concepto de «amabilidad» de una ciudad es diferente para unos y para otros. Los de antes tuvieron tiempo para gestionar a placer por el artículo 33. ¿No tendrán los de ahora el mismo derecho a ejercer como los ciudadanos les han pedido? Más tirando por calles limpias o Navidad de toda la vida (la de verdad), sin las reinas magas de Ribó.
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