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En la Argentina de 2002 sufrían el 'corralito', una medida que vino a imponerse para tres meses y finalmente se alargó más de un año. Básicamente la población podía sacar un máximo de dinero, quien lo tuviera, con el objetivo de equiparar el valor de ... un peso con el de un dólar. Los ahorradores se quedaron sin sus fondos y la medida fue un fiasco ya que causó justamente lo contrario.
Pude vivir 'in situ' aquella situación desequilibrada viendo cómo las decisiones políticas que adoptaron llevó al pueblo argentino a pasarlo realmente mal sin ningún atisbo de que mejoraran en la elección de sus gobernantes.
Viajamos por todo el país, desde el sur pasando por su Buenos Aires querido, descubriendo la grandeza de un país alucinante con unas tierras fértiles, un ganado como en pocas partes o una cultura envidiable con banda sonora de tango, por supuesto, ¿viste?
Pero el argentino no tenía 'plata', en un país de los más ricos del mundo donde la gente se moría (y se muere) de hambre. Ese viaje dio para descubrir y hablar. Sobre todo, para hablar porque imagínense, ¿cerrarle el pico a un argentino? Gente maravillosa, de los que te abren la puerta de su casa y te invitan a un asado, a dos y a tres. Con los que 'platicas' y controlan lo que pasa, conocen su historia y aún sufriendo en sus carnes la situación política son incapaces de reconducir a sus políticos, corruptos en su mayoría, que gobiernan también a día de hoy.
Pensaba en lo descabellado que me parecía aquella situación. Fui testigo de cómo ganaderos vendían cientos de cabezas de ganado o tierras de pasto por un puñado de dólares en efectivo. Me detengo ahora y veo en mi país la avaricia de un presidente en funciones que para conservar la silla está dispuesto a todo. Quienes cometieron actos delictivos pueden quedar impunes, es la amnistía a precio de saldo. Si hay que hablar en diferentes idiomas en el Parlamento, así sea a costa de la incomprensión del contribuyente. Por lo gallitos que están los 'indepes' se arrodillarán a lo que parece un referéndum para la independencia en Cataluña.
Entonces recuerdo aquel mercado porteño, lleno de parrillas en las que compartíamos bife de chorizo, entraña, vacío, mollejas (huele solo de leerlo) y discutir por qué no tomaban los argentinos cartas en el asunto para cambiar todo aquello.
Fíjate por dónde que hoy la parrillada la tenemos en nuestro país. Y es verdad que quienes nos gobiernan son de traca, pero también nos debiéramos hacer mirar que la responsabilidad de que ésos que están ahí, es nuestra.
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