La expresión de «tocar calle» se aplica a aquellas personas que carecen de posibilidades para poder dormir bajo un techo, bien sea por falta de recursos o por otras causas que pasan desde una compleja situación familiar hasta una ruptura sentimental. Las causas son tan ... variadas como personas viven en la calle, sin casa, sin la posibilidad de una vida digna que ofrece una vivienda. Estamos en la semana en la que se pretende visibilizar a las personas sin hogar, aparentemente nada diferentes a cualquiera de nosotros. La diferencia entre tener casa y no tenerla significa poder disponer de seguridad, protección, una ocasión para desarrollar un proyecto personal, la oportunidad de tener un trabajo, una familia o un círculo social.
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La soledad es la vieja amiga que acompaña a estas personas las 24 horas de cada día. Es su peor enemiga, callada e inseparable.
Pero en estos días se visibilizan personas y proyectos que persiguen dignificar la vida del ser humano, como es la del equipo de fútbol compuesto por personas sin hogar.
Manuel Vega es el responsable del Centro de día para estas personas en Cáritas Gandia y también del equipo formado por jugadores que encuentran durante algunas horas una isla de desconexión, de paz y lo más importante: amistad y acompañamiento. Han conseguido formar un equipo con personas que «tocan calle» para transformar de una forma diferente sus solitarias vidas en un mañana mejor. José se define como delantero, ambidiestro y bastante deportista desde pequeño. Ahora tiene 54 años, pero es mucho más efectivo en la defensa del equipo, según dice. Hace buenas migas con Juan, es algo más joven, aunque de la misma quinta que José. Es importante ganar porque para eso juegan, pero estos dos defensas destacan sobre todo la oportunidad de poder compartir durante un par de horas, un juego que libera las cadenas que arrastran. Algo tan sencillo como entrenar, charlar, compartir, competir, ayudar, en definitiva, formar parte de un algo que desaparece cuando el sol se pone y aparece el techo estrellado. Es entonces donde aparece la vieja amiga, 'la sole'. La soledad que se ausentó durante esas horas de juego, risas y charlas se mete en el saco o bajo una manta dentro de un cajero automático. Hay que jugar mucho para perder de vista a 'la sole', hacen falta muchos equipos como éste para poder ayudar a estos jugadores olvidados en la 'Liga de la vida'. Pensemos en pasarles de vez en cuando la pelota para que jueguen, porque puede ser bueno para ellos y mucho más gratificante para nosotros.
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