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Los analógicos nativos como yo que se han criado en la calle a golpe de pelota, canicas y escondite, no sufrimos la inseguridad de las ... calles de este siglo. Tu madre te enviaba a la tienda del barrio a por 200 gramos de jamón de york y media barra de pan sin el temor de que por el trayecto sucediera nada. Los sábados, después de los dibujos animados de las 15:00 horas o de la serie de moda de turno, quedábamos todos en la calle para comentar el capítulo de 'El coche fantástico' y para jugar al juego que conviniera en función del número de amigos en ese momento. Lo más popular era echar un partido de fútbol con porterías imaginarias en el que cada uno escogía ser el jugador favorito de su equipo. En mi caso eran tiempos de Arconada bajo los palos o de Zamora, Satrústegui o López Ufarte en el terreno de juego.
El partido se acababa cuando convenía a los dos equipos participantes. Se solía finalizar al llegar a 12 goles o cuando te pegaba un grito tu madre desde el balcón para avisarte de que volvieras a casa porque ya era tarde. Era la comunicación directa más rápida y parecida a lo que hoy conocemos como móvil.
¿No había peligros entonces? Por supuesto que sí, pero diferentes a los que hoy sufrimos en situaciones similares. De hecho, los niños ya no juegan en la calle, se interconectan solitos desde su habitación a través del ordenador. Y si salen a la calle, puede suceder que te agredan, como este pasado fin de semana, cuando cinco encapuchados dieron una paliza a dos aficionados del Villarreal a la salida del encuentro de fútbol entre el Villarreal y el Valencia. Ambos seguidores tienen diversidad funcional y del ensañamiento sufrido, uno de ellos será operado esta misma semana porque sufre una doble fractura de mandíbula. Del primer puñetazo que le dieron cayó al suelo sin conocimiento. Se llama Mario, de 21 años y su amigo es Adrián, de 18 años. Había un tercero que tuvo mejor suerte porque según sus agresores se mantuvo callado y no abrió la boca.
Estos tres amigos pudieron haber perdido la vida por el mero hecho de ir a presenciar un partido de fútbol. El fútbol otra vez. Imagínese las secuelas psicológicas que van a sufrir este grupete de amigos. Como padres, en este siglo de la comunicación, con tanta inteligencia artificial y demás tecnología, no disponemos de la seguridad para que nuestros hijos circulen por la calle sin el temor de toparse con trastornados sin ningún tipo de educación que además de deber estar bajo tratamiento, a buen seguro estarían mejor entre rejas.
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