Si dijera que conozco la obra de Goethe, mentiría. Y caería a la vez en la misma soberbia en la que cayeron esos cargos del ... PSPV-PSOE que el otro día fueron incapaces de reconocer su ignorancia al confundir el águila bicéfala de los Habsburgo, símbolo de la unidad del Sacro Imperio Germánico de los Austrias y la parte más reconocible del pendón de Altea, con el águila nimbada del apóstol San Juan propia del escudo de los Reyes Católicos, ese que, en efecto, fue utilizado durante el franquismo. Todo ello en un intento atropellado -la almohadilla de ratón donde aparecía estampada la heráldica objeto de discordia ni siquiera era del aludido- de atizar al candidato de Vox a la Generalitat Valenciana, Carlos Flores Juberías, a cuenta de su presunta filia por la «simbología fascista». ¡Han dicho fascista, chupito! Yo por el momento me conformaré con saber que Goethe afirmó que «la patria es la lengua» y que su obra ejerció una gran influencia sobre el Romanticismo inspirador de los nacionalismos expansivos del siglo XX.
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En el caso de los valencianos, ¿cuál sería nuestra patria? ¿Serían acaso dos? A juzgar por el devenir histórico, únicamente una, pues ni castellanohablantes ni valencianohablantes construyeron tras medio milenio una entidad nacional alternativa a la española que se cimentara en la identidad lingüística. De esta realidad inoportuna nace el proceso de sustitución cultural impulsado por el nacionalismo catalán a través de su sucursalismo valenciano. La ucronía fusterianista desecha la conciencia anterior y crea una nueva que encaja en su proyecto soberanista. Para que nos entendamos, el valenciano que dice o escribe «Valéncia» o «fraula» y no «València» o «maduixa» no desarrolla un sentimiento refractario a la unidad nacional. En consecuencia, no sólo cabe aseverar que la lengua valenciana no es un dialecto del catalán, sino que no debe serlo. Es decir, a las razones históricas y filológicas que reafirman su singularidad, sumamos las razones puramente políticas; unas comparables a las que sostienen con pinzas la independencia de la lengua catalana con respecto del occitano, idioma vivo aún en el aranés. ¿Qué empujó entonces al señor Flores Juberías en una entrevista en La Vanguardia a parapetarse tras los filólogos para evitar pronunciarse sobre la neutralización de la catalanizadora AVL si la inmensa mayoría de los que defienden la unitatdelallengua tampoco poseen conocimientos académicos de lingüística?
Fíjense que creía que Vox no padecía esos complejos que movieron en su día al PPCV al compadreo con el catalanismo. Ahora, conmocionado, no soy capaz de diferenciar el uno del otro.
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