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No es ningún secreto que soy un tuitero muy activo. ¿Demasiado quizá? Nada preocupante. Tampoco voy a contradecir a aquellos que echan pestes de redes ... sociales como X, pues es cierto que muchas veces se convierten en un estercolero moral. Pero, como alguna vez he afirmado, las opiniones que se expresan en ellas pueden resultar muy útiles al mostrarse en bruto porque no concursa la posibilidad de una reacción física inmediata. O sea, un bofetón. Además, te acercan a sociologías que de otra manera no estarían a tu alcance geográfico o demográfico. Por otro lado, también te facilitan el contacto, e incluso la interactuación, con personalidades relevantes otrora inaccesibles, o con contenidos interesantes. A cada uno con sus gustos e inquietudes. Sí que es cierto que por las características del medio impera la auto regulación. Es decir, que las normas de conducta como las de no criticar a las personas por su físico, no caer en el insulto o en la celebración del sufrimiento o de la muerte ajenos, dependen de una contención personal que es consecuencia directa de las referencias educacionales recibidas como individuo. Luego está el análisis, para los que hay herramientas técnicas muy eficientes, sobre el nivel de impacto o el éxito de los mensajes lanzados y el origen de aquél.
La naturaleza de mis posts -antes tuits- es, como hija del diletantismo, muy variada, pero que se vuelca mayormente en la temática política. Y, sin embargo, no necesito echar mano de gráficos generados por la inteligencia artificial para saber que los relacionados con las tensiones perniciosas provocadas por el pancatalanismo en la Comunidad Valenciana son los que generan un mayor número de interacciones; con mucha diferencia. De hecho, alguno ha llegado a superar sobradamente las cien mil visualizaciones. ¿Qué significa esto? Pues que el expansionismo catalán injerencista, en su esfuerzo por extender su proceso de construcción nacional a nuestra región, sigue activo y en avance. Pero que a la vez lo hace muy lentamente, encallado gracias a una oposición popular que sigue demostrando vigorosidad a pesar del débil apoyo de las instituciones de autogobierno, entreguistas cuando gobierna la izquierda, pasteleras cuando lo hace el centro-derecha, y superando la estigmatización y el desprestigio social y cultural planificados quirúrgicamente en las mesas de diseño de ingeniería social. En esos mismos laboratorios sociológicos donde se pergeñó el secuestro y el vaciado del vocablo «valenciano» con el objetivo de utilizar el cascarón como arma de chantaje a la sociedad valenciana: «o con nosotros, o contra el valenciano». Hatajo de tramposos.
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