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La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original

Banderas de nuestros padres

El caso más delirante de inepcia es el que se produce con el águila bicéfala de los Austria

Martes, 28 de noviembre 2023, 00:06

Me han contado que alguna comentarista-tertuliana-experta del Equipo de Opinión Sincronizada -me apetecía mucho utilizar este nombre con el que alguien ingenioso bautizó ... a la recua de pelotas mediáticos del sanchismo- comentó que había «banderas preconstitucionales» al percatarse de la presencia de Cruces de Borgoña en las protestas de Madrid contra la ley de amnistía. Y tan preconstitucionales, como que ese símbolo se lo trajo de Flandes a España Felipe de Habsburgo, a la sazón esposo de Juana I de Castilla, en el año 1506. Vamos, calculando así a vuelapluma... casi medio milenio antes de que se aprobara la Constitución. Un caso más de ignorancia sobre los símbolos españoles y su historia de entre los cuales el más paradigmático es el del Águila nimbada de San Juan. Cada uno de los cuatro evangelistas está representado por un animal. A San Juan le corresponde ese al que muchos, con total desprecio al significado del blasón, llaman «aguilucho» o «pollo». Bien es cierto que la suma del escudo que se envuelve en sus alas, creado para que sellara la unión dinástica de los Reyes Católicos y sus respectivos reinos, y los colores de la bandera naval rojigualda de Carlos III cuyo uso generalizó Isabel II, relaciona este emblema con el régimen del general Franco. El caso más delirante de esta epidemia de inepcia es el que se produce con el águila bicéfala de los Austria, símbolo de la unión del Sacro Imperio Germánico, adoptada por Carlos V como distintivo para su corona y que se confunde con la rapaz franquista. Si traemos esta ignorancia general al ámbito valenciano, nos topamos con la más significativa en el origen de la franja azul que distingue la Real Señera de otras enseñas de la Casa de Aragón; todos estos pabellones, pendones o estandartes tenían una relación íntima con los linajes reales y no tanto con los terruños. De ser un presunto invento de mediados del siglo XX para desarbolar los países catalanes, a la tozuda verdad: que Pedro IV, muy aficionado a la heráldica y a la vexilología, añadió en 1348 a las cuatro barras rojas sobre fondo dorado, coronadas con anterioridad por Pedro II, una franja azul junto al asta porque entendía que ese era el color propio de los antiguos reyes de Aragón. Normal que con este panorama sea imposible exigir a aquellos que tienen la responsabilidad de contar las cosas que no mezclen a los neonazis que enarbolan banderas cuyo ideograma es un casco corintio con los grupos de católicos que ondean el Sagrado Corazón de Jesús y rezan el Rosario de rodillas, o que metan al anarcoliberal Milei en el mismo saco ideológico que al espadón nacionalcatólico Videla. Un desficaci.

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