El bizcochito
¿Todo lo que dice Trump son ocurrencias fruto de la locura de un todopoderoso descontrolado?
BRUNO FERNÁNDEZ TERRASA
Lunes, 13 de enero 2025, 23:21
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BRUNO FERNÁNDEZ TERRASA
Lunes, 13 de enero 2025, 23:21
Donald Trump vuelve a nuestras vidas, si es que alguna vez se fue, y sigo convencido de que el fenómeno que representa es una consecuencia, ... no una causa. Trump apareció como por un conjuro de invocación de los hartos. Hartos de que les digan qué pensar, a quién amar, qué comer y, sobre todo, hartos de que les hagan sentirse culpables por cualquier cuestión relacionada con sus circunstancias personales, ya sea su raza, sexo, complexión, clase social, dieta, orientación sexual, nacionalidad, estudios, combustible del vehículo personal o los metros cuadrados de su casa. Es innegable que Donald es un estrambote, una autoparodia, un excéntrico de color naranja que bailotea con las extremidades rígidas como los jubiletas del IMSERSO en Benidorm cualquier mes de febrero. Es un deslenguado que sufre de incontinencia verbal y con un discurso excesivo que libera un turbión de ideas mirando de medio lado, una ceja enarcada y boca de pitiminí. Pero, ¿todo lo que dice son ocurrencias fruto de la locura de un todopoderoso descontrolado? Decía con mucho acierto Carlos Herrera hace unos días en su programa de radio que al neoyorquino primero se le interpreta literalmente y, más tarde, se analiza lo que ha dicho. Suelta que no descarta utilizar la fuerza para hacerse con el control de Groenlandia o del Canal de Panamá y enseguida los europeos de esa superioridad moral que parió a Hitler y a Stalin emiten chilliditos y se ponen a correr en círculos con las manos apretando ambas mejillas, y denuncian campanudos la vuelta del imperialismo y del militarismo yanquis. ¡OTAN no, bases fuera! Pero pocos se detienen a reflexionar sobre la incapacidad real de Dinamarca para defender su soberanía sobre la isla más grande del mundo, y que eso puede facilitar el avance del bloque China-Rusia hasta tiro de piedra de la costa noreste de los Estados Unidos. Lo mismo con el entreguismo económico de los panameños a la dupla roja. Los necesarios equilibrios de la geopolítica que justifican para muchos la operación militar de Putin en Ucrania no sirven de coartada a los gringos. Le da igual, porque él habla para los suyos. Por eso el de Queens les ha dicho a los daneses y a los panameños que vayan despabilando o que si eso ya se ocupan ellos del asunto. Y a los canadienses del dedito meñique muy tieso también les lanza el lazo con la propuesta de una meganación que multiplique el poder norteamericano. Más unión, sí, esa receta que ellos mismos le aplicaron inversamente a la América española para allanar su colonización económica. Pero no se limite al gimoteo, querido lector, y pregúntese por qué España renunció a su papel mundial y ahora es un bizcochito que se desmigaja.
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