Secciones
Servicios
Destacamos
El pasado jueves la consejería valenciana de Educación publicaba los resultados de su controvertida consulta sobre la lengua base. Inmediatamente después se lanzaban titulares engañosos ... en la prensa del tipo «El valenciano se impone por la mínima al castellano». Y digo engañosos porque el plebiscito nunca se planteó en términos absolutos o territoriales; la cuestión se circunscribía a los centros educativos, y dentro de los centros educativos, a cada curso concreto. Aunque, si bien es cierto que alguna conclusión en esos términos podría extraerse, ésta sería diametralmente opuesta a la que se infería con aquellos lacónicos encabezamientos. De eso hablaré más adelante. Y es que el movimiento catalanista, dueño y señor de la enseñanza en «valenciano» (siempre entre comillas) desde hace casi medio siglo, ha podido anotarse el tanto de una victoria global por medio punto porcentual. Sin embargo, detrás de las tímidas celebraciones se puede percibir la amargura de una realidad de la que es consciente: su ascendiente social se verá reducido en tanto la Generalitat Valenciana cumpla su promesa y reajuste las cargas horarias lingüísticas. Sobre todo en las zonas de influencia castellana y aragonesa como son las comarcas de la Plana de Utiel-Requena o del Alto Palancia, con la importantísima ciudad de Segorbe a la cabeza. Comarcas donde se ha impuesto abrumadoramente la opción de español y en las que se llevaba implantando de manera despótica y agresiva el catalenciano desde hace algunos años, sobre todo durante la vigencia de los gobiernos del Botánico. Ni que decir de la provincia de Alicante y de su capital, casi completamente refractarias al troyano sucursalista, a excepción de su alienado tercio norte. Por último, en la joya de la corona, Valencia, donde casi el 64% de los padres han rechazado el «valenciano» como lengua educativa vehicular. Esto a pesar de las fuertes presiones y tensiones que soporta en su calidad de capital regional. En otro orden de cosas, del estudio de la votación se podrían colegir otras muchas conclusiones interesantes, como la de que los padres de alumnos matriculados en colegios privados y concertados prefieren muy mayoritariamente el español, en contraste con la elección de los progenitores de los centros públicos. Algunos querrán retorcer esta realidad con argumentos estrambóticos relacionados con anacronismos económicos y religiosos, pero lo cierto y verdad es que allá donde la libertad de elección disfruta de un espacio más ancho, el pancatalanismo no tiene tanta capacidad de penetración.
En general ha sido un buen resultado, porque el retroceso del fusterianismo siempre, siempre, siempre es una magnífica noticia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.