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Hace mucho tiempo que se sabe que el cerebro está funcionalmente dividido en varias secciones. Su parte frontal es el centro de las emociones, la ... inteligencia y el razonamiento; el lado derecho controla los músculos y la sensibilidad del lado izquierdo del cuerpo; y el lado izquierdo controla los músculos y la sensibilidad del lado derecho de la anatomía humana. Así que las emociones y la inteligencia residen en la misma región cerebral, pero las primeras en la corteza orbitofrontal y la segunda en la corteza prefrontal. Cabría esperar que todo lo relacionado con el desarrollo de la actividad política estuviera íntimamente relacionado con la segunda región, pero no es así. Un fenómeno que se ha agudizado en la España de los últimos tiempos. El ciudadano ha sido empujado poco a poco a ser más visceral a la hora de tomar decisiones de índole político. En este proceso, que no es un proceso en sólo dos pasos, primero se han construido las emociones positivas o negativas dirigidas a uno u otro espectro ideológico para después instalarlas en lo profundo de la personalidad a la espera de hacerlas saltar como un resorte. La más habilidosa en estos menesteres siempre ha sido la izquierda, con gran diferencia a su favor con respecto a la derecha. De ahí el famoso «necesitamos que haya tensión» de Zapatero al periodista Iñaki Gabilondo. En los ambientes fuertemente tensionados, las emociones se imponen a los razonamientos. Pedro Sánchez, como buen discípulo y continuador del catastrófico zapaterismo, supo manejar todos esos mecanismos el pasado 23 de julio. Aunque yo no soy de los que piensa que esto demuestre una habilidad meritoria por parte de ninguno de los dos dirigentes del PSOE. En el caso del madrileño tiene más que ver con una amoralidad extraordinaria que con una sobresaliente capacidad intelectual o estratégica. Pérez-Castejón va derribando las barreras que se le van presentando en el camino sin preocuparse de las consecuencias. Esa audacia, tan admirada por algunos, en realidad invade el terreno de la temeridad. No hay que auto engañarse, podría salirle bien. No en vano, es evidente que cuenta con poderosos apoyos externos relacionados con su compromiso con la agenda globalista, con su aureola de presunto antifascista e incluso con la discreta sociedad que mantiene con la internacional castrocomunista del Grupo de Puebla. Pero también es cierto que se acerca al fin de vía de esta carrera enloquecida hacia ninguna parte. Los dedos de sus pies tocan ya la gélida orilla de su particular río Rubicón. Para nuestra fortuna Pedro Sánchez no es ni de lejos Cayo Julio César. Se ahogará.
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