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Como en otras muchas cosas en la vida, la mercadotecnia se guía más por el sentido común que por complicadas fórmulas matemáticas o algoritmos. Este conjunto de técnicas, estrategias y procesos nacido o, al menos, perfeccionado en los Estados Unidos, se dedica a la simple ... observación de la conducta y las reacciones del consumidor frente a un determinado producto. Sus detractores denuncian que esta disciplina del ámbito empresarial puede llegar a crear necesidades que no existen para empujar a un consumo innecesario y desmedido. Es posible que haya algo de cierto en este tipo de afirmaciones, pero como yo soy de los refractarios a ese victimismo masivo que hoy lo envuelve todo y según el cual el individuo no es responsable de absolutamente nada más que de no votar a la izquierda, no les daré pábulo en mi columnita semanal. Uno de los casos más llamativos de transformación por acción del márquetin tiene relación con los productos para la higiene menstrual femenina. Las marcas de este tipo de mercancías eran conscientes de que las consumidoras las relacionaban mecánicamente con algo desagradable, sanguinolento y maloliente. Eso debía cambiar, por lo que procedieron a forrar la imagen de su amplia gama de artículos, figurada y literalmente, en un embalaje con una cuidada estética que proyectara al observador una imagen fresca, colorida y divertida. Flores, arco-iris, animalillos de aspecto naif que juguetean entre sí, divertidos reflejos y muchachas que flotan en el aire mecidas por la suave brisa que releva a la lluvia; ésta es la Estrategia Támpax. El comunismo internacional sigue desde hace mucho tiempo una estrategia idéntica a la de la conocida marca norteamericana propiedad de Procter & Gamble. Es quizá a partir de la caída del Muro de Berlín que comienza la reconstrucción moderna de su imagen tradicionalmente recia y severa, tan íntimamente relacionada con la cruel corriente imperante en el marxismo global, el estalinismo. Así, los regímenes socialistas como el venezolano comenzaron a llenar de corazoncitos, sonrisas, pacifismo hippy y discursos de mensajes cursilones sus campañas con el objetivo de ocultar, por un lado, los resultados desastrosos de su gestión y, por otro, sus ansias totalitarias. El comunismo español ha acudido a las mismas técnicas propagandísticas. El infantilismo de Yolanda Díaz o el discurso empalagosamente amoroso de Irene Montero durante las últimas elecciones europeas son el resultado. Pero por mucho esfuerzo que dediquen las compañías de productos de higiene femenina y el comunismo internacional a blanquear su verdadera naturaleza, ambos siempre terminarán empapados en sangre.
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