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La falta de interés por «lo que viene de Valencia», tan característica de la alicantinidad moderna, abre un flanco por donde se cuela el dogma ... catalanista. Y no digo que se produzca por eso una adhesión militante al movimiento sucursalista, no, describo una asimilación filosófica inercial que acelera el pulso cuando se percibe el peligro de ser identificado con el «secesionismo lingüístico» y el subconsciente es asaeteado por los dardos del escolasticismo catalanista: ciencia, lingüística, universidad... De lo que no se dan cuenta aquéllos que reaccionan de esta manera robótica es de que el mecanismo que se acciona es idéntico al que los identitarismos como el de género, que usted combate, utilizan cuando quieren aplastar a la disidencia. Largo sería hablar sobre el cómo nació la sociedad entre el guoquismo errejoner y el catalanismo, pero de que conforman un paquete indivisible no me cabe la menor duda. El mero concurso de esta circunstancia ya debería ser motivo de prevención. Una vez vista la vertiente psicológica de la problemática, me centraré en la científica.
Tanto la Historiografía como la Lingüística son ciencias de las llamadas «blandas», en contraste con la «dureza» de ciencias como las Matemáticas o la Física. Ambos tipos utilizan el método científico, pero las primeras llegan en muchas ocasiones a conclusiones ambiguas a través de razonamientos por la imposibilidad de hacerlo mediante la experimentación. Cuestiónese, ¿puede ser replicada la refutación de la repoblación catalana del Reino de Valencia jaimino, publicada por el catedrático de Historia Medieval Antonio Ubieto, si sus conclusiones se obtuvieron mediante un estricto método científico en el ámbito universitario? ¿Son menos científicas las opiniones favorables a la singularidad del valenciano del doctor en filología por la Universidad de Valencia Salvador López Verdejo o las del doctor en Lingüística Hispánica y profesor de la Texas Tech University Vicente Iranzo?
Ya, por último, y después de haber tratado fugazmente los aspectos psicológicos y científicos, llegamos a la clave de bóveda: la política. Esa misma que hizo posible en su día desgajar el catalán del provenzal, o la misma que puede degradar un idioma con su propio siglo de oro literario. Porque ésta es una cuestión puramente política. Para el nacionalismo catalán «la pàtria es la llengua»; a misma lengua, misma identidad nacional. Si la independencia y singularidad del valenciano permanecen impertérritas, la unidad política no será posible. La auténtica dicotomía desde la perspectiva catalanista no es ciencia o superchería, es España o países catalanes.
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