Zoé Valdés es de esas escritoras prolíficas de las que crees haber leído su última obra cuando, en realidad, has leído la penúltima. Éste es ... el caso de 'La intensa vida', libro publicado a finales de 2022. En alguna biblioteca municipal lo he visto catalogado como novela, pero invade el terreno de la biografía y resulta complicado encajar el texto en una categoría concreta. La cubana no crea una ficción y la desarrolla en largos capítulos respetando el esquema clásico de introducción, nudo y desenlace, sino que lanza, una tras de otra, pequeñas y fugaces píldoras que resultan ser anécdotas personales o reflexiones de índole mayormente político sin que entre ellas se tenga que guardar una coherencia temporal o temática. Esa estructura, que le evita al lector la desesperación que provocan los capítulos excesivamente largos, hace su lectura más sencilla. Pero no se lleven a engaño, usa muchas expresiones en el español privativo de Cuba y hace innumerables referencias de alta literatura que pueden hacer encallar su lectura. Se nota que este librito es de esas criaturas que nacen por el mero capricho del autor. Salvados estos escollos, resulta muy interesante, sobre todo porque nos traslada las experiencias vitales genuinas desde el propio corazón de la dictadura castrista. Y es que en este compendio deslavazado de relámpagos existe una constante muy por encima de otras: el hambre. Es el hambre, aparte de la miseria general y la cochambre habanera, el hilo conductor de su vida desde que nace hasta que pide asilo en Francia aprovechando una invitación a unas jornadas parisinas sobre el escritor y líder independentista cubano José Martí de la que ella es una gran especialista. En mi caso particular la lectura de este libro me provocó un curioso proceso de conexión mental con una película que vi hace pocos años titulada 'La vaca de mármol', un documental franco-cubano sobre la popular Ubre Blanca, la mítica vaca que rompió el récord Guiness de producción lechera en tres ordeños en un solo día en enero de 1982, desplazando a Linda Allen, la campeona estadounidense. El film termina con el paseo de una vaca por las calles de La Habana que busca las reacciones de sus enjutos habitantes; además del asombro generalizado, los gestos y los deseos verbalizados de comérsela ya mismo. Porque de la distopía de «no tendrás nada y serás feliz» que tienen preparada para todos nosotros, hace más de sesenta años que 'disfrutan' los cubanos. El que quiera conocer sus resultados, está a un vuelo de distancia... en dirección contraria al que llevó a Zoé Valdés a la comida, a las braguitas nuevas y a la libertad.
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