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Inevitabilidad

Cómo es posible que un presunto trastornado haya alcanzado la presidencia... por dos veces

Lunes, 14 de abril 2025, 22:57

Si a cualquier español de a pie se le preguntara sorpresivamente sobre la identidad de los responsables de la muerte del científico y teólogo Miguel ... Servet, seguramente respondería que la Inquisición. Eso en caso de saber quién fue el aragonés. Esa idea conduciría, casi indefectiblemente, a concluir la españolidad de sus ejecutores. Sin embargo, querido lector, como usted es una persona informada, conoce que sus matarifes fueron los calvinistas ginebrinos. Sí, esos suizos a los que hoy consideramos un pueblo rico y avanzadísimo. Todo porque al de Villanueva de Sijena, uno de los pocos españoles a los que les dio por abrazar La Reforma, se le ocurrió negar la Santísima Trinidad y lanzar algunas pelusas relacionadas con la edad del bautismo. Porque si mala fue la ruptura del alemán Lutero, la impulsada por el franchute Calvino vino a enmarañarlo todo un poco más. El primero liquidó la relevancia de las obras en vida del hombre en tanto a sus posibilidades de alcanzar la salvación eterna, limitando aquellas al ejercicio de una fe íntima y sincera. El segundo, dando una vuelta de tuerca, escatimó el concurso de cualquier acción terrenal en el proceso de salvación, y afirmó la Predestinación, es decir, que Dios habría seleccionado desde la mismísima Creación las almas susceptibles de alcanzar la gloria divina; vaya, que hagas lo que hagas, tu futuro está escrito. Sin embargo, el catolicismo mantuvo en pie aquel dogma según el cual las buenas obras son determinantes para poder franquear el acceso al Reino de los Cielos. Usted elige. Es indudable que estas filosofías determinarían la disparidad de maneras de actuar de las naciones involucradas en las expansiones ultramarinas que acontecerían coetánea y posteriormente. Luego, llegaron las manipulaciones y tergiversaciones que distorsionarán y degradarán la imagen de España en la Historia hasta nuestros días. A mí lo de la predestinación esa, aunque me suena raruno y ajeno, me puede servir como giro metafórico, más teniendo en cuenta que el objeto final de esta columna es un presbiteriano rubiales y de piel azafranada: Donald Trump. Y es que hay que ver la que liado con su guerra arancelaria. Todo el mundo llamándose a rebato, retorciéndose y maldiciendo el día en el que el neoyorquino retornó a la Casa Blanca. Que todo eso es muy oportuno, pero también lo es responder a la cuestión sobre cómo es posible que un presunto trastornado haya alcanzado la presidencia de la primera potencia mundial... por dos veces. Pues porque el consenso socialdemócrata internacional, por gracia de su soberbia divina e infinita, lo hizo inevitable. Es más, si siguen apretando, los Trumps se multiplicarán por diez. Y yo que me reiré.

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