No recordaba que Zaragoza también había sufrido su particular «gobierno del cambio» local de 2015 a 2019. Pedro Santisteve, líder de una de aquellas marcas ... blancas de Podemos para las elecciones municipales, Zaragoza en Común, fue nombrado alcalde gracias a la suma de sus propios concejales, los del PSOE y los de la Chunta Aragonesista. La instantánea tomada justo después del pleno de investidura en el consistorio zaragozano en la que se observaba a unos nuevos y desaliñados concejales podemitas ondeando sus bandas oficiales como si fueran bufandas de un club de fútbol corrió como la pólvora y se convirtió en la expresión iconográfica de lo que iba a significar la nueva etapa política. El mandato del profesor de Derecho Santisteve iba a caracterizarse por las innumerables ocurrencias marca de la casa y por el famoso cargo al erario público de su gomina de pelo. En una sola legislatura Zaragoza en Común dilapidaría cerca de 50.000 votos -había conseguido 80.040 en 2015-, lo que se tradujo en la pérdida de 6 concejales y el retorno del centro-derecha al poder consistorial de la que hoy es la cuarta capital de España.
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Más presente tenía a la edil madrileña Manuela Carmena. En su caso no se produjo el desplome del proyecto ultraizquierdista después de un único mandato, sino que el crecimiento espectacular de dos partidos del ámbito liberal y conservador, Ciudadanos y Vox, sumó suficientes apoyos, y junto a la solidez electoral del PP propiciaron el ascenso a la alcaldía de Martínez Almeida. Tanto los zaragozanos como los madrileños parecieron arrepentirse de haberse dejado llevar por el vendaval revolucionario de mayo de 2015 y volvieron a abrazar las opciones políticas casadas con el constitucionalismo, la lealtad institucional, la sensatez y el realismo económico. Entonces, ¿por qué Valencia ha mantenido durante dos legislaturas consecutivas ya -con opciones de una tercera- a otra de esas alternativas destructivas y antisistema como Compromís? ¿Qué nos hace diferentes? ¿Qué nos hermana con la suicida Barcelona de Ada Colau? ¿Qué ha propiciado esa pérdida total de la perspectiva municipalista del ciudadano que relega a accesorias funciones básicas de un ayuntamiento como son la limpieza, el alumbrado, los ajardinamientos, el control de plagas, la planificación urbanística o una movilidad ordenada? Sin duda, la génesis de nuestra singularidad la encontramos en el programa educativo lingüístico catalanista, ese que ideologiza a gran parte del electorado y lo convierte en aún más refractario a cualquier opción política conservadora, identificadas con una España ajena, que el del resto de regiones.
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