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¿Por qué odian a Nadal?

Como no se ha confesado de izquierdas, se le supone un malvado derechista

Martes, 26 de noviembre 2024, 00:10

Haciendo cálculos rápidos, la exitosa carrera de Rafael Nadal en el tenis ha ocupado casi el cuarenta por ciento de mi vida, una vida que ya no se puede afirmar sea corta. Quiero decir con esto que las victorias del manacorí se habían convertido en ... una rutina vital para todos, y sus mordiscos al metal de los trofeos en parte inextricable de las soporíferas tardes dominicales. Los homenajes y muestras de admiración han sido incalculables ahora que se marcha, pero no unánimes en España. ¿Cómo es posible que el mejor deportista de nuestra historia no cuente con el cariño de una parte importante de ese pueblo por cuyos colores ha competido por todo el mundo? Una de sus conductas que más ha ayudado a que esa parte de la sociedad española, mayormente la militante en el espectro izquierdista, no se haya unido a la oleada de loas a su trayectoria impecable a nivel técnico, pero sobre todo a nivel personal, ha sido su conducta hacia el símbolo que mejor representa la unidad nacional, la bandera rojigualda. El mallorquín la ha exhibido siempre con desparpajo, ostentación y, lo más importante, con orgullo. Sin embargo, no es tanto lo que alguna vez hizo o dijo lo que le ha granjeado la animadversión de buena parte del 'progresismo' español, sino precisamente lo que no hizo o no dijo. Lo que hace que recuerde que nuestro ordenamiento constitucional se diseñó como no militante, es decir, que no exige la adhesión a él o su defensa imperativa para poder desempeñarse en libertad. Pero nuestra izquierda no desarrolla su actividad política en coherencia con ese marco constitucional vigente, no, nuestra izquierda exige la ratificación pública de su ideario, mucho más a las personas que han alcanzado cierta relevancia social. De no ser así, la condena es la cancelación como fórmula sucedánea y descafeinada de la fantasía chequista. Rafa nunca ha confesado su adscripción política, pero como no se ha confesado de izquierdas, se le supone un malvado derechista; Rafa nunca se ha manifestado en contra del deporte femenino, pero como no ha defendido fervorosamente que las deportistas profesionales cobren lo mismo que los hombres porque... patatas, o como no se metió en el berenjenal montado en torno a esa zapatiesta ingobernable llamada selección femenina de fútbol, se le presume un peligroso machista; Rafa nunca ha presumido de riquezas, pero como no esconde, como otros sí, su lujoso yate se le prejuzga como un capitalista abyecto. Y ya les digo yo que un país en el que se impone este sistema perverso del «o conmigo o contra mí» no es un país al que podamos llamar democrático. Que a ver si esa es la idea.

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