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Se acerca el 25 de abril y vuelven a darnos la turra con la derrota en la Batalla de Almansa. Parece, ahora sí, que podemos constatar que el proceso de mimetización de nuestro nacionalismo chicotet con respecto del catalán ha culminado, pues ya no hablan ... de «invasión castellana» sino de «invasión española». España contra el Reino de Valencia. Ole. Aunque ellos escriban «reino» con minúscula inicial, a lo Fuster; fíjense la próxima vez que lean escrita por un sucursalista nuestra denominación histórica. Pues bien, son estos mismos los que afirman que defender que la lengua valenciana no es catalana es anti científico o terraplanista. Como si en este concreto contrariar las conclusiones de una ciencia social como la historiografía no sólo estuviera legitimado, sino que fuera patriótico. Claro que, como en el caso del conflicto lingüístico, el motor que mueve la polémica es puramente político. Dos ramas de un tronco para un mismo fin, separar la Comunidad Valenciana de España en la conciencia colectiva de los ciudadanos para propiciar la construcción de los países catalanes. Pues ésta jamás ha sido una cuestión de oposiciones científicas, sino de antagonismos de entidades políticas nacionales. Unitatdelallengua/países catalanes/independencia. No sé si algún día este esquema tan sencillo, como tan complejo en sus consecuencias, llegará a comprenderse por ese PPCV que sigue contemporizando con el catalanismo lingüístico como si éste fuera un movimiento dócil, morigerado y estático. Pero volvamos al dichoso 25 de abril. No, no es cierto que el pueblo valenciano de la primera mitad del siglo XVIII desarrollara a raíz de aquellos acontecimientos un sentimiento de agravio con respecto al nuevo poder «invasor». Claro que hubo destrucción después de la victoria, como la ha habido siempre, pero no hemos de obviar que no todos los valencianos contemporáneos tomaron partido de manera uniforme, unos se pusieron del lado del austracismo y otros del Borbón, por lo que los segundos no sufrieron el rigor de las represalias. E incluso algunos cambiaron su posición en el transcurso del conflicto, como los de la propia Valencia. Y es que, si bien es cierto que Játiva y otras localidades fueron destruidas después del triunfo de los de de Anjou, en la capital se recibió con cierta indiferencia la entrada de las tropas victoriosas. Quizá sea esta indiferencia valentina la emoción que define mejor la reacción generalizada al desenlace de aquella guerra que tuvo mucho más de conflicto internacional que de popular. No en vano, apenas un siglo después, los valencianos se llamaban a la lucha contra el francés en nombre del biznieto de Felipe V.
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