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Como todo en la vida, en el reinado de los Borbones ha habido claros y oscuros. Bien es cierto que algunos miembros de esta Casa ... destacan por su felonía y nefasta gestión de la cosa pública; véase Fernando VII, ese que le suplicó a Napoleón, entre lisonjas ruborizantes, ser su hijo adoptivo mientras el corso destruía hasta los cimientos la que era su patria. España nunca se recuperó del todo de aquel gigantesco saqueo perpetrado por los gabachos de las cinchas blancas cruzadas en el pecho que, además, diezmó a la población española. También hemos de admitir que los dos últimos Borbones que se han sentado en el Trono, Juan Carlos I y Felipe VI, han aseado bastante la imagen de su linaje. Unos consideran la llegada de la centralización del Estado que ellos importaron de Francia como algo nefasto, otros como un elemento modernizador de un país anquilosado en el Antiguo Régimen. Si bien, en mi humilde opinión, su incapacidad para comprender el mundo que los Austrias habían construido en la América española está en su principal debe histórico. La mentalidad francesa era incapaz de entender un imperio de virreinatos y capitanías generales y, al contrario, sí uno al estilo colonial protestante. De paso, infectaron a unas élites que se acabaron creyendo su propia leyenda negra; así hasta nuestros días. Pero, como he dicho en el principio de la presente columnita, no todo fue malo. Así, por ejemplo, debemos destacar como positiva la rebeldía mostrada por el primer Borbón español, Felipe V, frente a los planes de su abuelo Luis XIV de unificar los reinos de Francia y España en uno solo. El Animoso llegó a identificarse tanto con el carácter de sus súbditos que los entendía como sus homólogos idiosincráticos. Es a él a quien debemos el plan de reforma y modernización de la Armada que auparía de nuevo a España como gran potencia naval. Son los años de la victoria aplastante de Blas de Lezo, militar español de Pasajes instruido en la marina gala en aquel periodo en el que la institución casi estaba extinguida, contra los ingleses en la defensa de Cartagena de Indias. O los de la recuperación, años más tarde y con Carlos III en el Palacio Real de Madrid, de La Florida y de Menorca, efemérides esta última que se señalará para siempre en el calendario como el día de la Pascua militar. Era lógico que Valencia, una de las principales ciudades marítimas españolas, tuviera dedicada una plaza a honrar a este instituto militar histórico. Hasta que el sucursalismo catalanista decidió suprimirla empujado por su antiespañolismo. Ahora, el gobierno municipal de PP y Vox tienen la oportunidad de corregir esta anomalía.
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