Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Si algo bueno tienen las redes sociales es que puedes acceder, no ya a informaciones antes remotas o inaccesibles, sino también a los pensamientos, ideas o programas de ciertos colectivos humanos con los que no se tiene un contacto directo. Además, este catálogo de reflexiones ... escritas adquiere visos de autenticidad si tenemos en cuenta que el individuo se expresa con mayor sinceridad cuando se agazapa tras el anonimato o tras esa comunicación impersonal que le puede librar de un bofetón en un momento dado. También es cierto que ese exceso de franqueza, que resulta positivo a la hora de analizar las manifestaciones políticas, es el que suele emponzoñar el ambiente de las redes. Yo haré uso de la primera de las características.

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En mi caso, porque así lo establece el algoritmo de la empresa propiedad de Elon Musk, suelo recibir en el Time Line de mi cuenta de la red X mensajes lanzados al ciberespacio por algunas de las organizaciones y de los militantes de los movimientos independentistas catalanes. Durante los días inmediatamente posteriores a la trágica riada del ya inefable 29 de octubre de 2024, muchos de aquellos estuvieron, pásmense, más preocupados por la lengua que utilizaba el presidente de la Generalitat Valenciana en sus declaraciones oficiales, o la de los ciudadanos de las poblaciones afectadas, si castellano o «catalán», que de otras cuestiones más cercanas al drama puramente humano. Y lo que es peor, otros tantos también expresaron su excitación ante la oportunidad que se les presentaba para empujar a la ruptura «dels germans del País Valencià» con el Estado español y poder avanzar en la construcción de los países catalanes. La humanidad a esta gente se la quiero suponer, como el valor se les suponía a los quintos en la cartilla del servicio militar, pero también vuelvo a comprobar una confusión de prioridades fruto del salvaje adoctrinamiento al que son sometidos desde la infancia. Estas manifestaciones con ciertos rasgos de imperialismo de juguete suelen enfurecer a la mayoría de los valencianos. Sin embargo, es fácil acabar comprendiendo que hablan para sí mismos siguiendo la lógica pujoliana de «si no somos independientes, viviremos como si lo fuéramos». Es un producto para el consumo propio, un auto aliento. Ahora bien, la certeza de que la implementación del modelo nacional catalán es imposible en la Comunidad Valenciana no es óbice para seguir denunciando la constante e inútil dilapidación de recursos públicos en la quimera fusterianista, o para seguir reclamando el cambio filosófico definitivo que aleje de la sociedad valenciana esta distorsión impropia.

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