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La mini serie británica titulada 'Adolescencia' es el último éxito de la plataforma Netflix. Consta de cuatro capítulos cuya duración ronda una hora. Cada uno ... de ellos está rodado en una sola toma, con lo que el trabajo de coordinación técnica y actoral ha sido brutal. Por ejemplo, el capítulo cuarto fue grabado dieciséis veces hasta que el director, Philip Barantini, quedó satisfecho con el resultado. Otro gran atractivo de la serie es la actuación del inglés Stephen Joseph Graham como Eddie Miller, el padre del menor acusado de asesinato. Muchos lo recordarán por su interpretación en la película 'Cerdos y diamantes' junto a Jason Statham y Brad Pitt. Éste último ha participado en el proyecto como productor ejecutivo junto al propio Graham. Con todos estos alicientes, era un producto que ya disfrutaba inicialmente de un potencial enorme de éxito. Y así ha sido. A mí personalmente el capítulo que más me ha gustado ha sido el primero, el que transcurre desde la detención del niño de trece años Jamie Miller (Owen Cooper) en su domicilio hasta su traslado y tratamiento como detenido por un delito grave en una Police Station. Se transmiten magistralmente en él los primeros momentos y los aspectos emocionales del proceso de detención de un presunto delincuente, plasmando con gran precisión y realismo las diferentes perspectivas que concursan: la del propio detenido, la de su familia, la de los investigadores policiales y la del abogado de oficio que asiste al encartado. De hecho, si cambiáramos los uniformes, todo podría transcurrir en cualquier comisaría española sin que la trama se viera en absoluto alterada. Pero a mí el que me interesa para el objeto de esta columna es el capítulo segundo. Éste tiene como escenario único el colegio del acusado. Los inspectores Luke Bascombe (Ashley Walters) y Misha Frank (Faye Marsay) se personan en él en una visita informal con el objetivo de recabar más información sobre todo aquello que rodeó al hecho luctuoso y sobre el paradero del arma del crimen. Pero se da la circunstancia singular de que el propio hijo del inspector Bascombe es alumno de ese centro educativo. En realidad, este capítulo es un retrato sobre el choque generacional entre los nativos digitales y sus padres, y sobre cómo la quiebra de la autoridad y la falta de valores complican la educación académica y moral de los jóvenes. En un momento del episodio, el propio Bascome concluye apesadumbrado que los alumnos van allí únicamente a pasar el rato. Otro de esos problemas que acucian a las sociedades occidentales y que hasta las superproducciones audiovisuales denuncian, pero al que nadie pone remedio. Vean la serie.
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