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Fue decir Isabel Díaz Ayuso que Valencia era el puerto marítimo de Madrid y abrirse de nuevo, tras un gran y estruendoso crujido, los grandes ... portones de Mordor. ¡¿Qué ha dicho?! ¡¿Valencia puerto de Madrid?! ¡No ens (sic) fareu castellans! Como cuando dices 'Onteniente' o 'Jávea'... Claro, que ninguno de los vociferantes orcudos mencionó, entre alarido y alarido, que la presidenta de la Comunidad de Madrid había declarado justo antes que «esto va de España». Para los despistados, que observo que aún quedan bastantes, ahí está la clave. La izquierda valenciana, en su irrenunciable sucursalismo, no combate la castellanización de la Comunidad Valenciana, eso es un trampantojo para estudiantes de secundaria y cazadores de gamusinos, sino que empuja para su desespañolización. Otros tantos tampoco verán nada malo en esto, pues para ellos España es la enfermedad y cualquier otra alternativa «de progreso» es el remedio. Algo que en países normales como Portugal o Alemania resultaría impensable. Y no es que España no sea un país normal porque carezca de las hechuras históricas, sociales y jurídicas de una gran nación, las tiene de sobra; no lo es porque esos que viven de predicar que España es una anomalía trabajan con denuedo para que España sea una anomalía. Un poco galimatías, lo sé. De tal grado de anormalidad que el mismísimo delegado del Gobierno de España en Madrid se negó a replicar un viva a España lanzado por la jefa del ejecutivo regional madrileño el día del cuadragésimo quinto aniversario de la Constitución. A lo que íbamos. La tensión política actual no es entre castellanización y valencianización, lo es entre España y los países catalanes. Las cuentas claras y el chocolate espeso. No hay más. Stop. Es posible que en este punto haya conseguido cabrear también a algún que otro valencianista -de los auténticos, digo, no de los de pega de Compromís- por aquello de «ni catalans ni castellans». Gajes de mi ministerio. Y es que el españolito medio, que jamás se aúpa a un taburete para elevar la mirada y observar el campo en su totalidad, está programado para detectar diferencias y no convergencias. Sí, esa tara involuntaria que lleva a muchos de nuestros compatriotas a afirmar disparatadamente que la relación cultural entre Colombia y Puerto Rico, o la de las otras naciones surgidas de la caída de la España americana entre sí, es comparable a la que hay entre Francia e Italia.
De la misma forma que las murallas de Ávila o las gestas militares de los Tercios son de los valencianos, el puerto de Valencia es también el de la capital política y económica de España, por muy tonto que sea Vinicius Jr.
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