Un afortunado gana el bote de 1.214.432,18 euros en la Bonoloto de este miércoles en un municipio de 10.000 habitantes

Una vez me contó un veterano inspector jefe de la Policía Nacional, de esos a los que llaman «chapa» en el mundillo por haber pertenecido ... al extinto Cuerpo Superior de Policía, que una vez pudo identificar al autor de un robo con fuerza en un establecimiento comercial gracias a que al pobre imbécil se le había caído el DNI durante el asalto y allí lo había dejado. El despistado hampón, un viejo conocido de las autoridades valencianas, se refugiaba habitualmente en el barrio de Nazaret de Valencia. Como el operativo de detención no era de especial dificultad, el investigador sólo tuvo que esperar a que el encartado intentara escapar por la parte trasera de su covacha al detectar la presencia de los uniformados en la parte contraria. «¡Fulanito, cagüendiez, ya la has vuelto a liar! Borra esa cara de tolai y pon las manos en la espalda». «Válgame, inspector, usté sabe cómo de cara está la vida. Que uno tiene que dar de comer a los churumbeles y homenajear a la señora con alguna fruslería. ¡Ay, ay, ay! no me apriete mucho los grillos y métamelos por delante, por caridad, que sabe vuecencia que soy de ancas cortas».

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Para suerte de las fuerzas del orden la mayoría de los choros son de entendederas muy limitadas, como las de los políticos. Aunque lo de estos últimos debería ser causa de duelo y de enmienda, nunca de celebración. Y es que el fenómeno, mucho más acusado en la izquierda, seamos justos, responde a un proceso tasado de selección natural negativa. Así como el raterillo de pocas luces se lanza al bandidaje porque para doctorarse en Ética por la Universidad de Yale no le da, el dirigente político, a falta de otras virtudes, se adapta y aprende habilidades primarias de supervivencia como la de la escalada a pioletazos. Por eso suele alcanzar la cima el más rastrero; el verdaderamente capaz se marchará de la política más pronto que tarde para ganarse la vida en una multinacional.

Pedro Sánchez, paradigma de petimetre inepto que alcanza el éxito de una manera asombrosa, atesora como gran mérito haber construido a su alrededor un aura de estratega audaz a lo Julio César. En realidad, desde las últimas elecciones generales de noviembre de 2019 en las que se alzó con una victoria paupérrima, ninguna de sus trapacerías, ardides ni removimiento de osamentas en helicóptero ha sido provechoso para él, pues ha ido encadenando un revés electoral tras otro. Ahora nos intentan vender que señalar como jornada electoral un caluroso día de julio es otro de sus giros de guion brillantes. Tanto no debe ser, pues el fulano anda regalando como si no hubiera un mañana plazas en propiedad a sus amigachos.

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