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Desde hace décadas que en nuestros colegios no se enseña a ser español. Hacerlo sería inmediatamente censurado como rancio franquismo. Fíjense que los mismos que ... vigilan que no se enseñe a ser español en las escuelas se empeñan en fabricar buenos catalanes, vascos fetén o valencianosquedesciendendelospobladorescatalanes abusando de los aparatos educativos transferidos. Esos mismos que les dicen a los jóvenes que las banderas son unos trapos inservibles pero que no dudan en blandir la tricolor republicana, la Ikurriña sabiniana, la cuatribarrada estrellada o la arco iris LGTBIQCanal+ en cuanto se presenta la ocasión de manifestarse -sólo contra Ayuso- por las calles y disfrutar de la jarana de un día soleado entre amiguetes que se dan la razón mutua y que comparten latas de cerveza y bocadillos de chóped. Es una cuestión puramente estratégica, porque todo esto es estrategia. ¿Creen ustedes que una vez constituidos los países catalanes o la gran euskal-herria alguna región de esas nuevas taifas tendría la libertad de plantearle a Barcelona o al sagrado árbol de Guernica la secesión mediante un referéndum que exprese la voluntatdunpopla? Pues claro que no. Pero no se crean, los manuales de la Educación franquista tampoco se esmeraron mucho en corregir los tics negrolegendaristas, pero sí en generar buenos católicos. Por lo que aprender a ser español se convirtió en una materia extraescolar para aplicados. Claro, que la tradición popular y espontánea, esa que pasa de padres a hijos y que transmite entre neblinas mitológicas la pertenencia a una de las naciones más antiguas del mundo, puede actuar de catalizador. Así, nadie te explica en el cole o en el instituto por qué los yanquis llaman «mosquito» al mosquito, «cafetería» a la cafetería y alligator (el lagarto) al caimán del Missisipi; por qué un aspa roja cruza las banderas de Florida o Alabama; por qué el legendario jefe indio Gerónimo o Billy el Niño hablaban un español mejor que el de la mayoría de doctorandos catalanes; por qué los gringos llaman ten gallon (tan galán) al sombrero vaquero; o por qué el juez neoyorquino que va a juzgar al cuadragésimo quinto presidente de los EEUU se apellida Merchán.
Hoy, la realidad bizarra te empuja a elegir entre un pasado que hizo universal la comunión dinástica de los reinos ibéricos de la Reconquista, escribiendo después una de las historias más asombrosas de la humanidad, y la ucronía paísvalencianista, aldeana y chicoteta de Rafa Xambó, ese ex miembro del Consejo Rector de Àpunt a propuesta de Compromís que llama «mamarrachos» a los turistas «madrileños» en sus redes sociales. Yo lo tengo claro.
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