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Cuando veo de cerca un avión todavía me sigo maravillando. Si el aeroplano en cuestión está realizando la maniobra de despegue o de aterrizaje, aún más. También me encanta viajar en las entrañas de un pájaro de hierro. Es por esta razón que he desarrollado ... una rara y modesta afición, nivel usuario, relacionada con todo lo que rodea a las infraestructuras aeroportuarias. Y es que de vez en cuando me voy a pasear por el aeropuerto de Valencia-Manises, un aeropuerto que por fortuna va paulatinamente abandonando su aspecto de estación de autobuses, y almuerzo en una de sus cafeterías llenas de viajeros con tal de empaparme del ambiente turistero. Nunca me marcho sin antes haber subido a la planta tercera -para los que lo conocen, donde la pequeña farmacia- en la que aún quedan dos ventanales por los que contemplar la pista.
Antaño aquella zona era la que ocupaban las cafeterías, pero hace algunos años las autoridades decidieron transformarla en una fría y hermética zona de oficinas e instalaciones operativas. Ellos saben más que nosotros... Como si tuviera que justificar esta costumbre mía un tanto extraña, la suelo comparar con aquella más cinematográfica y común relacionada con los trenes. Pero los trenes no despegan asombrosamente del suelo toneladas de metal, me van a perdonar los filoferroviarios. Puede que estos gustos estén relacionados con una emoción construida durante esa infancia que es capaz de adornar mágicamente una gasolinera del camino, un aeroplano o un ferrocarril hasta transformarlos en una puerta que teletransporta a otros mundos. Pedro Sánchez es sin duda de los míos, le encanta lo aeronáutico. Pero no celebro nuestra convergencia, no, pues todo lo que me atañe a mí me lo pago yo y todo lo que le concierne a él, también lo pago yo. Hace unos días el Falcon en el que viajaba junto a su familia para disfrutar de las vacaciones de Semana Santa en el palacio de Las Marismillas, propiedad de Patrimonio Nacional, sufrió un percance técnico que le obligó a dar la vuelta y tomar tierra en el aeropuerto militar de origen. Allí les esperaba otra unidad fabricada por la francesa Dassault-Breguet adscrita a las Fuerzas Aéreas españolas para concluir el periplo con buen pie. Como buena gente que soy, no puedo más que celebrar que ningún ocupante sufriera daño alguno. Pero como también soy de natural suspicaz, me da a mí que esta avería convenientemente aireada vendrá muy pronto a justificar la renovación de la flota de aeronaves al servicio de 'Su Sanchidad'. Ya si eso, algún día discutimos por qué diantres le tenemos que pagar las vacaciones privadas al jefe del Ejecutivo.
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