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Los padres con hijos escolarizados en la Comunidad Valenciana, desde la primaria hasta la secundaria, estamos convocados a una consulta para expresar qué lengua preferimos ... sea la principal en la enseñanza de nuestros vástagos. Dos son las alternativas, castellano y «valenciano». Y en este caso es muy importante el entrecomillado pues, como casi todos sabemos pero pocos decimos, el «valenciano» enseñado en las escuelas e institutos desde hace cuarenta años no es valenciano sino catalán fabrino; o, siendo muy generosos, un catalán espolvoreado con algunos y tímidos rasgos distintivos del valenciano. Sí, ese que converge tan oportunamente con el idioma normativizado por el Institut d'Estudis Catalans barcelonés para justificar una «unitat de la llengua catalana» que sociolingüísticamente jamás ha existido. Esto provoca la singularidad de que en el territorio valenciano coexisten en puridad tres idiomas: el español, el valenciano y el catalenciano impuesto en la Educación y en la administración pública. Este último es una neolengua que no conecta con la tradición lingüística valenciana, sino que la interrumpe. En muchos de sus hablantes se da la circunstancia de que es usada exclusivamente de lunes a viernes de 8 a 15 horas, siendo olvidada los fines de semana, los feriados y las vacaciones. Es una lengua de funcionarios, de esnobs ruzafinos y compromiseros, muchos de ellos castellanohablantes de cuna, que ha logrado alcanzar un éxito relativo gracias al timo del «registre formal/registre informal», según el cual el valenciano vivo es una variedad coloquial y folclórica de la que hay que huir y el segundo el requisito mínimo para tener acceso a la elitista intelligentsia paisvalencianista.
Con esta consulta podría parecer que el Partido Popular reta corajudamente a ese pancatalanismo que monopoliza el control de la Educación en todos sus niveles. Yo no lo veo así. Suceda lo que suceda el «valenciano» que se seguirá impartiendo será el mismo, pero los populares podrán continuar enarbolando una de sus banderas electorales, el de la libertad; en este caso la educativa. Pero bueno, como la ocasión la pintan calva, aprovechemos y emplacemos a los padres de las comarcas castellanohablantes, a los de las tres capitales de provincia y, en definitiva, a todos los concienciados con esta problemática perniciosa, a concurrir a la consulta y a apoyar sin complejos la opción de castellano como oposición al proceso de construcción nacional catalana que, hablando sin tapujos, se embosca tras la opción de «valenciano». Poner freno a la influencia y manipulación de los lobbys fusterianistas en la educación de nuestros hijos siempre será una buena noticia.
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