Las renovaciones se hacen por adición, no por extinción». Así lo veía Aznar y así parece que lo ve Feijóo. No todos lo ven igual. En el PP de la Comunitat está por ver esa adición de los cuadros orgánicos generados durante el durísimo trance ... que pilotó Isabel Bonig. Mazón, al menos, no los ha ejecutado. Puig era mucho de sumar de aquí y de allá. Que se lo digan a Alarte. Para todos tuvo un sitito, mejor o peor, pero evitó la inanición, ya que pagábamos nosotros. Sin embargo, ahora, Puig está recibiendo una cura de humildad notable. Pedro Sánchez le está aterrizando a base de bien. Lo de ministrable quizá era demasiado, pero es que ni un poco ni un mucho. Nada de nada. Y no es que Puig fuera Page ni Lambán. Es cierto que nunca fue el mejor amigo de Sánchez, pero tampoco es que eso fuera garantía de nada. A Ábalos lo fulminó.
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Aún estamos esperando ese asunto tan morrocotudo que los sabios del periodismo decían que pululaba por ahí como explicación paranormal del cese del último ministro valenciano con verdadero mando en plaza y que, solamente, fue uno de los pocos que verdaderamente apostaron por Sánchez después de que el PSOE lo arrastrase por el fango. Un arrastre en el que, ciertamente, participó Puig. Y cierto es, también, que la inmensa mayoría de los socialistas que apostaron contra el ahora presidente gobernante han sido pasados por la quilla.
Dio igual que Puig fuera el socialista que presidiese la autonomía más poblada hasta el pasado mes de mayo. Dio igual que Sánchez haya colocado muy bien Armengol o a Espadas. Así se las gasta Sánchez, poco dado a la adición y más gustoso de la ejecución sumarísima. Quizá por eso ha ido sobreviviendo. Al fin y al cabo, tanto integrar de poco le ha servido al expresidente de la Generalitat, que incluso entre su supuesto entorno cuenta con voces que, fuera de micrófono, admiten la necesidad de que Puig empiece a soltar cargos, especialmente en Les Corts, donde flaco favor le hace a su propio grupo parlamentario.
¿Si Sánchez es capaz de negarle un lugar bajo el sol a alguien como Puig, que no fue precisamente un cualquiera y que es parte de la gran familia socialista, qué no tendrá reservado para un Consell en manos del enemigo? ¿Qué atenciones brindará a la Comunitat ahora gobernada por el PP alguien que maneja sus tiempos verbales en función de la aritmética parlamentaria que le mantiene en la Moncloa y que nada debe ni espera del PP? ¿Qué puede ofrecerle Mazón y el Consell a un presidente del Gobierno sin atisbo de beneficiarse tratando bien a un territorio que ya ninguneaba cuando lo presidía, supuestamente, uno de los suyos?
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