El huevo fue antes que la gallina. Eso ya se sabe, aunque se utilice la supuesta duda de qué fue primero, o si la causa ... es una consecuencia. Este fin de semana se ha convertido en un acontecimiento informativo la boda del alcalde de Madrid. A mí me importa un pepino, pero veo que a mucha gente le interesa, y es ahí donde nos topamos con el dicho del huevo o la gallina. ¿Deben los medios dar cobertura (con directos televisados, por ejemplo) a este tipo de asuntos personales porque interesan a mucha de su potencial audiencia? ¿Hasta qué punto? La pregunta, y sobre todo la escalada informativa sobre asuntos personales de los políticos, nos conduce por la misma peligrosa senda que, por ejemplo, el protagonismo que en su día tuvieron los sucesos más escabrosos en las parrillas de televisión. Peligrosa retroalimentación entre medios, políticos (emisores) y ciudadanos votantes (receptores) a través de la vida personal de los representantes públicos. En los últimos años hemos podido ver a través de redes sociales, y por iniciativa de ellos mismos, que un futuro vicepresidente del Gobierno rompía con su novia, diputada en el Congreso, para iniciar una relación con otra diputada. Hemos sabido, con amplia cobertura informativa, sobre bodas de aspirantes a la alcaldía de Valencia, múltiples embarazos de unas y otras (de muy distintos partidos) y de los posteriores nacimientos o incluso de las crianzas de sus retoños, así como de enlaces entre señores diputados con sus señores novios. Se trata de una nueva situación que podría obedecer al apogeo de contar tu vida en las redes sociales, además de por el traslado de las costumbres norteamericanas de dar a conocer a 'la primera dama', y de poner el foco en la vida sentimental de los cargos públicos. Si un político convierte su vida privada en material noticioso, ese material noticioso puede convertirse en tema político.
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¿Quién (político) ha ido a la boda? ¿Quién (compañero de partido) no ha ido? ¿A quién se invitó y rechazó la invitación y para hacer qué? Luego llegan los bautizos de los hijos. O no. ¿Y por qué no lo bautiza? ¿Y al bautizo quién va? ¿Y con quién se van de vacaciones? ¿Y por qué no se van con este compañero o este otro concejal? ¿Deberemos informar de la ruptura sentimental de aquellos cargos públicos que con tanto detalle difunden sus enlaces? ¿El presidente autonómico será comprensivo con la consellera que se separa en tan difíciles momentos personales? ¿Debería serlo y nosotros contarlo? Cebamos bombas. La salsa rosa invade ya otros modos de hacer periodismo, como el vinculado al deporte, y va camino de afectar también al relacionado con la política.
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