Anunció Ruth Merino, la portavoz del Consell, que se rebaja a 61 el personal eventual del Gobierno. Un 47% menos que durante el Botánico. Camarero ... abundó en esa reducción de, según dijo durante una entrevista de radio, «enchufados». Confiemos en que no hayan solo enchufados. Algún alto cargo actual (secretarios autonómicos, directores generales y subsecretarios) fue personal eventual en el Consell de Fabra. Esa mirada de Camarero hacia los asesores es, en realidad, propia del recién llegado al Consell. Al Botánico también le pasó. Primero puso pocos y luego, muchos. A Merino se le preguntó por la cantidad y la ubicación de esos (pocos) asesores. La portavoz defendió que sean pocos, aunque no supo explicar el reparto de esos pocos. Si son solo cuatro por conselleria, los números no cuadran. Tendrán que ofrecer datos más claros. Claros, en el sentido de precisión y en el sentido de transparencia. Dejando al margen el dónde, que no se sabe, está la cuestión de cuántos. La cantidad.
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El problema para los actuales asesores y para los anteriores, es y fue sus jefes. El modo en que sus superiores, los altos cargos, interpretan el ejercicio de su responsabilidad. Si, equivocados, los consellers y sus equipos políticos prefieren que les lleven los abrigos a que les lleven la contraria, da igual que sean medio centenar que un centenar de asesores o 10.000 asesores. El problema, para nosotros, es que las estructuras partidistas, donde la baba y la grasa se confunden y se funden en aplausos a los líderes, acaban replicadas en la Administración cuando los dirigentes de los partidos se convierten, también, en dirigentes de la Administración. Y eso ocurre desde Podemos hasta Vox, en todo el espectro ideológico y de partidos. Confiemos que, tanto en la elección de asesores y altos cargos, como en el día a día, llevarle la contraria al jefe no sea entendido como un gesto de traición. De hecho, si un conseller, todo el tiempo tomando decisiones, no es replicado al menos un par de veces al día por su equipo, o el conseller es infalible o se rodea de grasa y baba. Como bien sabe el presidente Mazón, mejor un entrenamiento de calidad para hacer luego una buena carrera. Mejor bien que mucho. Mejor bien que poco. Mejor bien.
Merino suele repetir que este será el «gobierno de los mejores». A priori es preferible contener que aglutinar asesores. No obstante, es aconsejable pagar a un centenar de buenos que a medio centenar de inútiles, una valía que también depende del caso que les hagan sus jefes. No digo que los actuales sean peores que los anteriores. Hay tiempo para comprobar si son «los mejores» y en qué son mejores.
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