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Va usted a un concurso televisivo y le preguntan qué tienen en común el estado estadounidense de North Carolina y las ciudades de Cracovia (Polonia), Lovaina (Bélgica), Saint Agustin (Florida), Fenton (Michigan), Agua Amarga (Almería) y Ferragudo (Portugal). Aparentemente nada, pero si me preguntan a ... mí, podría responder que allí ha vivido o vive durante un tiempo gente a la que quiero mucho. Personas y ciudades que aparentemente tienen poco que ver mantienen lazos, invisibles o improbables, que les cosen, unos a otros.
Ahí tenemos a Sánchez y a Feijóo, que se esfuerzan, ponen todo su empeño en no aparentar estar en una misa situación. Ojo, no digo yo que los socialistas y los populares sean lo mismo porque ese argumento antisistémico y simplista me molesta bastante. Me da la sensación de que se utiliza con la triste convicción de que los españoles son idiotas. Sin embargo, sin ser lo mismo, la política les sitúa, en ocasiones, frente a escenarios muy parecidos. La política, como lugar teatral, tiene códigos vinculados al espectáculo que obliga a actores muy dispares y en papeles antagónicos, enfrentarse a dilemas muy similares.
Ser o no ser, he ahí la cuestión.
Ser consciente de que a tu alrededor hay algún que otro pájaro de cuenta, ser consciente de que debes aprobar algo que va contra alguno de tus principios pero que se alinea con otros... o no ser consciente. Es decir, hacerte el tonto o parecer un listillo.
Ahí está Feijóo y la cúpula del PP, que resulta que ahora no sabía de la misa la mitad de lo que aprobaban en el Congreso sus diputados, y se escandalizan tremendamente y aseguran haber sido engañados, como si alguien pudiese engañar tan fácilmente a los diputados populares, que alguno de ellos sabe latín porque es su lengua de cuna y desde aquellos años del Imperio Romano que ocupa escaño de senador.
Y ahí está Sánchez, que nada sabía del conjunto de gañanes, fanfarrones, trileros y zoquetes que rodeaban a Ábalos, en algún caso por consejo de Cerdán, otro que también se hará el que no sabe, como el propio ministro valenciano, que no es el primer valenciano y ministro que la lía parda, que ya pronto vamos a saber en qué queda todo eso tan bonito que tenía Zaplana entre manos.
La cuestión, en ambos, casos, en el de Feijóo, en el de Sánchez, en el de su ministro exsocialista y en el de sus diputados populares, es que se debaten entre dos posibilidades. O son tan listos como aparentan y lo tienen todo tan controlado como quieren simular o, son unos pobrecitos ignorantes engañados por un cualquiera. Entre Fenton y Cracovia hay más cosas en común de lo que parece.
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